La COVID-19 ha infectado a millones de personas en todo el planeta y ha alterado la vida de prácticamente todas las personas que viven en él. Específicamente, durante el primer año de pandemia la mayor parte de la población mundial ha vivido con la incertidumbre y el miedo de poder contagiarse de coronavirus, viendo alterada su vida diaria debido a las medidas impuestas para controlar la expansión del virus. Esto ha despertado un gran interés tanto de la comunidad científica como de la población por conocer el impacto que la COVID-19 ha tenido más allá de sus consecuencias físicas, es decir, a nivel psicológico, dando lugar a una gran cantidad de investigación, en ocasiones demasiado amplia, variada en metodología y difícil de unificar.
En este contexto, en un primer momento la mayoría de estudios que han sido publicados —y de los cuales se han hecho eco los medios— sugerían que la pandemia ha incrementado el riesgo de sufrir un problema de salud mental en la población general. Indicando que la prevalencia de ansiedad, depresión, estrés postraumático, intentos de suicidio y dificultades psicológicas en general ha aumentado considerablemente en comparación con niveles previos a la pandemia. Sin embargo, la mayoría de estos datos utilizan un diseño de carácter transversal. Es decir, recogen y analizan información de una serie de sujetos en un momento determinado del tiempo, lo cual permite conocer únicamente cómo se encuentran esos sujetos en ese momento, pero no permite saber si la medida que se recoge cambia a lo largo del tiempo, ni compararla con momentos anteriores o posteriores. Esto sería como sacar una foto del sol al amanecer o al anochecer, lo único que podríamos saber de ella es que el sol se encuentra en un punto X del horizonte en ese momento, pero no podríamos saber si amanece o anochece mirando solamente esta fotografía.
En los últimos meses se han ido publicando cada vez más estudios que usan una metodología de carácter longitudinal, es decir, que recogen y analizan información de un conjunto de sujetos (siempre los mismos) a lo largo de varios momentos del tiempo, permitiendo así conocer cómo evolucionan las distintas variables que interesa conocer.
En estos estudios longitudinales se ha observado un aumento de la sintomatología ansiosa y depresiva durante los primeros meses de la COVID-19, en muchos casos, coincidiendo con las primeras semanas de confinamiento. Sin embargo, esta sintomatología, en su gran mayoría, se estabiliza de nuevo, recuperando valores de prepandemia, hacia junio de 2020.
Por lo tanto, lo que parecen indicarnos estos estudios es que a pesar de que nuestra salud mental se ha podido ver afectada por la pandemia y la crisis que ha supuesto la misma, en general una gran parte de la población parece ser bastante resiliente y ha sido capaz de adaptarse a las circunstancias tan complicadas que nos ha tocado vivir, sin que su salud mental se haya visto gravemente afectada.
A pesar de estos datos, en este punto es importante señalar que cuando tenemos en cuenta los estudios que se han realizado, estamos hablando de un conjunto de datos sobre la población general, con lo que nos referimos a que no se ha encontrado un gran cambio a nivel poblacional, y que lo que observamos es una tendencia general de recuperación del estrés y las dificultades psicológicas, pero esto no quiere decir que no haya gente a la que la pandemia ha afectado de manera realmente importante. Ya que inevitablemente existirá una porción de la población que experimentará un incremento de los problemas de salud mental y será importante poder identificarlos y atenderlos.
Asimismo, a la hora de interpretar esto datos, es importante que tengamos en cuenta de qué hablamos cuando hablamos de salud mental, tanto en los medios como en las diferentes investigaciones, ya que muchos de nosotros hemos podido sufrir de diferentes formas durante la pandemia. Pero existe una diferencia entre lidiar con circunstancias vitales difíciles y tener un trastorno mental, que esencialmente significa una incapacidad o una limitación en la capacidad de hacer frente a las circunstancias vitales que se te presentan.
A pesar de lo que se recoge anteriormente, los resultados de todas estas investigaciones aluden a las consecuencias de la pandemia a corto/medio plazo. No obstante, es importante tener en cuenta que todavía no conocemos sus consecuencias a largo plazo, que incluyen factores más allá del virus, como pueden ser consecuencias económicas, sociales y culturales, que también podrían tener impacto a nivel psicológico en la población.
Referencias
Aknin, L. B., De Neve, J. E., Dunn, E. W., Fancourt, D., Goldberg, E., Helliwell, J., … Amor, Y. B. (2021, February 19). Mental Health During the First Year of the COVID-19 Pandemic: A Review and Recommendations for Moving Forward. https://doi.org/10.31234/osf.io/zw93g
González-Sanguino,C., Ausín, B., Castellanos, M.A., Saiz, J. y Muñoz, M. (2021). Mental health consequences of the Covid-19 outbreak in Spain. A longitudinal study of the alarm situation and return to the new normality. Progress in Neuropsychopharmacology & Biological Psychiatry,107. https://doi.org/10.1016/j.pnpbp.2020.110219
Prati G, Mancini AD (2021). The psychological impact of COVID-19 pandemic lockdowns: a review and meta-analysis of longitudinal studies and natural experiments. Psychological Medicine 1–11. https://doi.org/10.1017/S0033291721000015
Robinson, E., Sutin, A. R., Daly, M., y Jones, A. (2021). A systematic review and meta-analysis of longitudinal cohort studies comparing mental health before versus during the COVID-19 pandemic in 2020. Journal of Affective Disorders 296(2022), 567-576. https://doi.org/10.1016/j.jad.2021.09.098
Graduada en Psicología.
Máster en Psicología General Sanitaria (Universidad Pontificia Comillas). Máster Propio de Especialización Terapéutica en Terapia Familiar Sistémica (Universidad Pontificia Comillas). Experto en Psicoterapia Breve por la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia (Universidad San Jorge).