19 Ago 2025 por María Tani
A lo largo de los siglos, se ha intentado darle un sentido a la conducta suicida. Desde el pecado religioso hasta los debates sobre la eutanasia al ser humano, desde un estándar común de salud mental, le ha sido difícil contemplar el deseo de morir. Y ha ocultado esa incapacidad bajo una alfombra de vergüenza y juicio moral, con la intención de darle un sentido y, por ende, poder controlarlo.
Aun así, pensar en la muerte propia, tener pensamientos como “querría desaparecer” o pensamientos intrusivos sobre el suicidio en momentos de gran estrés vital, sin necesariamente quererlo, es muy común. Según algunos estudios, de hecho, más del 50% de la población los tiene, sin que eso implique un deseo real de morirse o hacerse daño.
En este artículo nos gustaría introducir algunos mitos sobre el suicidio ya que, al igual que está demostrado que el entorno social de la persona suicida no es la única causa del acto, también está corroborado que puede tener un efecto preventivo. Y, para prevenir cualquier fenómeno humano, es esencial conocerlo en su integridad.

Mito 1.
Quien quiere suicidarse de verdad, no lo dice.
FALSO. Se ha demostrado en muchos estudios que, entre las personas que mueren por suicidio, alrededor del 80% lo había comunicado antes, en algunos casos hasta a profesionales de la salud.
Mito 2.
El suicidio está más presente en los adolescentes que en los adultos.
FALSO. Aunque en los adolescentes haya crecido mucho el fenómeno, por el carácter emocional e impulsivo de su etapa vital, la incidencia de muertes por suicidio tiene un pico entre los 40 y 60 años.
Mito 3.
Hablar del suicidio puede aumentar la probabilidad de que pase.
FALSO. Está comprobado que hablar del suicidio no aumenta la probabilidad de que pase, al revés, genera un espacio de apoyo y confianza, que previene la muerte por suicidio.
Mito 4.
A menudo el suicidio se verifica en meses invernales, con un pico en fechas significativas, como Nochevieja.
FALSO. El pico anual de suicidios se verifica en primavera, por un desbalance en la serotonina: el aumento de la luz solar puede incrementar de forma drástica la secreción de serotonina, aumentando nuestra energía. Las personas que padecen de depresión y pensamientos suicidas recurrentes, pueden tener la energía que antes les faltaba para llevar a cabo el acto.
Mito 5.
Las creencias religiosas aumentan la probabilidad del suicidio.
FALSO. La religión suele ser un factor protector ante el suicidio.
Mito 6.
Como se muestra el suicidio en los medios de comunicación no tiene efecto en la incidencia de suicidios o intentos.
FALSO. Está comprobado que noticias sensacionalistas sobre el suicidio, indicando una sola causa del suicidio de la persona que ha fallecido (por ejemplo “un adolescente se suicida por el bullying”) o comentando sobre el método pueden aumentar la incidencia de suicidios en los espectadores. Este efecto, llamado Efecto Werther, ha llegado a ser tan significativo que la OMS ha elaborado guías para los medios de comunicación sobre cómo tratar el tema del suicidio en las noticias.
Mito 7.
Quien se suicida quiere morirse.
FALSO. La persona que se suicida muchas veces tiene una acumulación de problemas que no logra gestionar, de los cuales no ve la salida. Por eso, cree que la única solución a sus problemas es morirse. Pero en el fondo, su deseo es que su vida sea distinta y que deje de doler tanto.
Mito 8.
Quien se suicida tiene algún trastorno mental.
FALSO. Hay una falsa concepción de que la mayoría de personas que se suicidan tienen antecedentes de salud mental. En realidad, los peritajes psiquiátricos post-mortem son muy poco fiables, ya que se basan en los relatos de los familiares o personas del entorno social del fallecido. A veces, sin embargo, las personas se suicidan por problemas puntuales como una crisis económica familiar, un divorcio o un despido del trabajo; sin necesariamente tener trastornos mentales.
Mito 9.
Si un psicólogo nos pregunta si hemos tenido ideas o intenciones suicidas, eso significa que está muy preocupado, y que hay mucha probabilidad de que pasemos al acto.
FALSO. Un buen psicólogo suele preguntarlo porque forma parte de su práctica habitual, en cuanto vea que hay signos de desesperanza en nuestro discurso. La desesperanza o la tristeza extrema pueden ir unidas a pensamientos suicidas, y se quiere asegurar de que no haya, porque de haberlos, nos ayudaría a gestionarlos. Y es importante que sepamos que pensar en el suicidio no significa necesariamente querer cumplirlo, sino que nos puede indicar que hay cosas que nos duelen en nuestro presente, y que queremos cambiarlas.

¿Qué hacer ante una persona que dice que se quiere suicidar?
2. Mostrar preocupación sin sobrereaccionar: si la persona nos ve muy asustados, puede dejar de contar con nuestro apoyo, por miedo a convertirse en una carga o percibiendo que su problema es muy grave o que está loca.
3. No juzgar: muchas veces desde nuestra racionalidad, aunque tengamos intención de ayudar, caemos en frases que pueden estropear el espacio de vulnerabilidad con esa persona. Por ejemplo, frases como “al final hay gente que lo pasa peor”, “podría ser peor”, “realmente suicidarse es de cobardes/desagradecidos”, “lo que dices es muy dramático” suelen alejar a la persona, ya que se sobrecarga con la culpa o se siente juzgada. Estos comentarios no ayudan a que desaparezca la conducta suicida.
4. Si tiene un plan definido, llamar al 112 o acudir con ella a urgencias.
5. Recomendar recursos como el teléfono de la esperanza (717003717), el 024 (Línea de atención a la conducta suicida del Ministerio de Sanidad) o la Fundación ANAR para niños y adolescentes (900202010)
6. Si no hay plan, buscar juntos clínicas de psicología hasta encontrar al profesional que más encaje con la problemática y la persona.

Agradecerle que haya contado con nuestro apoyo así como mostrarnos disponibles a hablar más, acerca de cómo se siente, si lo ve necesario.

Psicóloga General Sanitaria
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