Imagina que estás en una gran tienda, donde en lugar de camisetas y accesorios, los estantes están repletos de perfiles de personas buscando conexión. Con un simple deslizar de dedo, decides quién merece una oportunidad y quién no. Pero, ¿qué sucede después del primer match? ¿Cómo manejamos nuestras emociones y las de los demás en este entorno virtual?
En estas relaciones digitales es crucial la responsabilidad afectiva para garantizarnos un buen vínculo a través de la pantalla y fuera de ella. Pero, ¿qué significa ese término y cómo puedo implantarlo en mis relaciones?
¿Qué es la responsabilidad afectiva?
La responsabilidad afectiva radica en la capacidad para reconocer cómo nuestras palabras y acciones repercuten en las emociones de quienes nos rodean. Este principio no solo subraya la relevancia de proceder con cautela, sino también la importancia de la asertividad, al considerar los sentimientos y las necesidades de otros.
Aunque es importante tener en cuenta que la responsabilidad afectiva no solo se reduce a cómo nos comportamos con los demás, si no también a cómo nos tratamos a nosotros mismos. Por lo tanto, ejercer responsabilidad afectiva implica encontrar un balance entre atender nuestras propias emociones y necesidades y considerar las de los demás, oscilando entre el cuidado propio y el ajeno.
En el mundo actual, profundamente influenciado por la tecnología y las conexiones digitales, la responsabilidad afectiva se convierte en un elemento clave para forjar relaciones genuinas, consideradas y llenas de empatía.
Elementos de la responsabilidad afectiva
La responsabilidad afectiva se pone en práctica a través de comportamientos como los siguientes:
- Validación mutua de las emociones: donde entra en juego la importancia del reconocimiento de las propias emociones. Conocer, entender y aceptar las propias emociones es clave para gestionarlas de manera saludable. Y, por otro lado, reconocer la experiencia emocional del otro con el objetivo de atenderla y cuidarla.
- Capacidad empática: la capacidad de ponerse en el lugar del otro y comprender sus emociones es esencial. La empatía permite responder de manera sensible y adecuada a las necesidades emocionales de las personas con quienes interactuamos.
- Comunicación clara y honesta: en muchas ocasiones esperamos que el otro nos “lea la mente” y adivine cómo nos estamos sintiendo. Pero la realidad es que la otra persona no es capaz de saberlo si uno mismo no se lo expresa. Es importante ser transparente sobre los sentimientos, deseos y expectativas, así como estar abierto a escuchar los del otro. La comunicación efectiva evita malentendidos y conflictos innecesarios.
- Comunicación asertiva: en la que cada miembro expresa sus pensamientos, sentimientos, y necesidades de manera directa, honesta y respetuosa, teniendo en cuenta y considerando las opiniones y sentimientos del otro.
- Establecimiento de límites: la responsabilidad afectiva incluye el reconocimiento y el respeto de los límites emocionales y conductuales que cada persona ha establecido, sin forzar ni presionar para que los cambie; así como el cumplimiento de aquellos fijados en la relación.
- Gestión emocional: el manejo saludable de nuestras propias emociones nos ayudará en la expresión conductual de las mismas. De esta manera evitará que se actúe de forma impulsiva, sin pararnos a pensar en los efectos que dicha actuación puede tener en el otro.
- Compromiso y cuidado mutuo: la responsabilidad afectiva incluye un compromiso continuo con el aprendizaje y el crecimiento, tanto a nivel personal como en el contexto de las relaciones.
Irresponsabilidad afectiva en la era digital
Por cada historia de amor o relación de amistad nacida de un like hay un sinfín de personas que experimentan conductas poco ajustadas a la definición de responsabilidad afectiva descrita previamente. Aquí te dejo algunas de ellas:
- Ghosting: cortar la comunicación con alguien sin explicación alguna, dejando a la otra persona en un estado de incertidumbre y preocupación.
- Breadcrumbing: enviar señales ambivalentes a través de mensajes esporádicos que mantienen a la otra persona interesada sin intención de comprometerse o profundizar la relación.
- Comunicación no recíproca: no responder a mensajes o interactuar de manera unilateral, haciendo que una de las partes se sienta poco valorada o ignorada.
- Publicación de contenido sensible sin consentimiento: compartir fotos, vídeos o información personal de alguien sin su permiso, violando su privacidad y confianza.
- Ciber-acoso: hostigar, insultar o atacar a alguien a través de las redes sociales, lo cual es una grave falta de respeto y consideración por el bienestar emocional del otro.
- Sobrepasar límites digitales: insistir en la comunicación digital o en el envío de contenido (como fotos o mensajes) que la otra persona ha expresado que no desea recibir o enviar.
- Falta de empatía en comentarios o respuestas: realizar comentarios hirientes, críticos o despectivos en publicaciones o en respuesta a los mensajes de otros, sin considerar el impacto emocional de esas palabras.
- Suplantación de identidad o Catfishing: crear un perfil falso para interactuar con otras personas, engañándolas sobre la propia identidad.
- Manipulación emocional: usar la información obtenida a través de las redes sociales para manipular o controlar las emociones de otra persona.
Cómo mostrar responsabilidad afectiva online
- Claridad y honestidad: si no estás interesado en seguir manteniendo el contacto con esa persona, comunícalo con respeto. Evita dar falsas esperanzas o realizar ghosting.
- Comprensión ante el rechazo: aceptar un «no» con gracia es tan importante como saber decirlo.
- Privacidad y respeto: mantén la privacidad sobre las interacciones y conversaciones personales.
- Empatía digital: piensa en cómo tus palabras pueden afectar a los demás antes de publicar o enviar un mensaje.
- Establecer y respetar límites digitales: sé claro acerca de tus límites en cuanto a la comunicación y el uso de las redes sociales, y respeta los límites establecidos por los demás.
Conclusión
La era digital ha transformado la forma en que nos relacionamos, ofreciendo un universo de posibilidades al alcance de nuestros dedos. Pero “todo poder conlleva una gran responsabilidad… afectiva”. Practicar la responsabilidad afectiva en nuestras interacciones digitales no solo mejora nuestras conexiones en la red, sino que también fomenta un entorno virtual basado en el respeto mutuo, la empatía y la comprensión.
Graduada en Psicología y Criminología. Universidad Pontificia de Comillas. Máster en Psicología General Sanitaria y Máster Propio de Especialización Terapéutica en Terapia Cognitivo-Conductual con niños y adolescentes.