Pues sí: le han puesto nombre al plan de peli, mantita y sofá de toda la vida. Ahora se llama HYGGE (ni te molestes, está en danés). Pero no ha sido ese descubrimiento el que me ha hecho escribir este artículo. Ha sido una coincidencia: en un plazo de dos semanas, dos situaciones muy diferentes (un retiro de mindfulness y una ojeada en diagonal a Facebook, en la que un artículo me llamó la atención) me han hecho reflexionar sobre la importancia que tiene en nuestras ajetreadas vidas el saber disfrutar de las cosas pequeñas. En el retiro, quien dirigía una de las meditaciones sugirió en un momento dado que nos sintiéramos como “de vuelta a casa”, cosa que inmediatamente evocó en nosotros sensaciones agradables y relajantes; y el artículo que me llamó la atención hablaba de la palabreja hygge. ¿Y eso qué es?
En Dinamarca, siempre encabezando el ranking de países más felices del mundo, achacan buena parte de esa felicidad (dejemos a un lado su estatus socioeconómico) a su cotidiana práctica, como forma de vida, de lo que ellos llaman hygge. No es un término de fácil traducción, por lo visto, pero sería algo entre acogedor, estar a gusto, sentirse cómodo, relajado y libre. ¿No os suena a eso el “volver a casa”? A la casa que sea, incluso si no es un lugar físico. A ese sitio en el que, en ese momento, no tienes nada más que hacer que ser tú y disfrutar, sin exigencias, sin obligaciones; nadie espera nada de ti, ni siquiera tú mismo.
Hay quien dice que tiene un punto budista. Puede ser, en el mismo sentido que la meditación, que te enseña a vivir en el presente, sin sufrir por el pasado ni por lo que está por venir. Y que, además, hace mucho hincapié en cuidar de los otros y de uno mismo (cosas, ésta última, a la que estamos poco acostumbrados). Lo que está claro es que no es un concepto nuevo. Ya San Ignacio de Loyola decía que «no el mucho saber harta y satisface el anima, más el sentir y gustar de las cosas internamente» (EE. Anotación 2). Siglo XVI. Ayer.
Venga de donde venga (personalmente, pienso que el concepto es tan antiguo como el hombre) lo cierto es que necesitamos esos momentos de sosiego en los que nos permitimos hacer pequeñas cosas que nos hacen felices.
Si lo que estás pensando mientras me lees es “quién pudiera, de dónde saco yo el tiempo”, ahí van unas cuantas sugerencias para que incorpores esos momentos más fácilmente a tu vida:
- BUSCA EL SITIO
Cualquiera es bueno. Es posible que los daneses vean una escena de chimenea, jersey y calcetines gordos y nieve en la ventana. Pero a nosotros nos sirve igual un aperitivo con buenos amigos, unas risas en familia, un paseo por el parque, un rato contemplando el mar, o cualquier rincón de casa en el que acurrucarse con un libro y una infusión (o lo que te guste).
Hygge (es una pena que no haya palabra en español) se puede hacer dentro o fuera de casa, sólo o en buena compañía. Abre tu casa a la gente que quieres… o no, según lo veas.
- BUSCA EL MOMENTO.
Porque si no lo buscas, no vendrá sólo, al menos al principio. Se trata de dedicar un tiempo diario a hacer lo que nos hace sentir bien, con la gente que queremos o con nosotros mismos. Apúntalo en tu agenda.
- CREA UN AMBIENTE PROPICIO.
Cuida la iluminación, pon buena música de fondo; o disfruta del silencio. La chimenea no sobra, pero si no, unas velas serán suficientes. Incluso si vas a comer sólo, ponte flores frescas en la mesa y un mantel bonito. Recuerda que buscas un disfrute sencillo. Se trata de cuidar las pequeñas cosas, de hacer el momento diferente.
Creo que no necesito decir que el móvil, la tablet o la tele como parloteo de fondo quedan excluidos del plan. También pensar en el trabajo, en los problemas, en el estrés diario y las prisas. Si estás con amigos, fuera conversaciones estresantes: nada de política, lamentos o crispaciones. Es verdad, no sólo depende de ti; pero trata de controlarlo.
- SIÉNTETE PARTE DE ALGO
Las tradiciones son hygge: la mañana de Reyes, las torrijas de la abuela, las procesiones, poner el belén o tomar el té en la vajilla de la bisabuela. Nos conectan con nuestra historia y con quienes nos rodean. Nos hacen sentir que estamos donde debemos estar.
- SI TU MOMENTO INCLUYE COMIDA, CUIDA EL MENÚ:
En general, y por poner un marco, el chocolate es hygge y las acelgas hervidas… tienen menos probabilidades. Se trata de disfrutar de la comida y, si puede ser, de su elaboración (para compartirla o no).
Puede ser un menú preparado con cariño para tus comensales (no digamos ya si has ido al campo a recoger las setas o la fruta para hacer la mermelada…). Pero si estás harto de cocinar o decididamente no es lo tuyo, unos quesos y una botella de vino bien elegidos tendrán el mismo efecto. ¿Recuerdas?: cuidar de los otros, cuidar de ti…
¿Ves? No es tan difícil. Algo sencillo, que te guste… y a disfrutar.
Directora del Centro. Licenciada en Psicología.
Máster en Psicología Clínica Infanto-Juvenil y Familiar (Grupo Luria) y Especialista en Estimulación Precoz y Atención Temprana (ACIT). Experto en Medicina Psicosomática y Psicología de la Salud por la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia (Universidad San Jorge, Zaragoza). Terapeuta EMDR NI adultos y niños y adolescentes (Instituto Español EMDR, acreditada por EMDR Europe). Experto en Mindfulness para la intervención clínica y social (COP Madrid, 2018). Especialista en ACT en infancia y adolescencia (MICPSY, 2021)