Muchos de nosotros hemos tenido como fumadores la repetida experiencia de tomar la decisión de dejar de fumar y, efectivamente, intentarlo. Desgraciadamente, la realidad suele ser que después de un periodo de tiempo más o menos largo siempre volvemos a recaer en el vicio.
Yo conocí una persona que dejó de fumar ¡15 años! Y recayó. Con ejemplos como este nos damos cuenta de que la dependencia física del tabaco, nuestro gran temor, no es el enemigo a vencer. Es evidente que, quince años después, ya no está teniendo ningún poder sobre nosotros. Entonces, ¿cómo es posible que, después de tanto tiempo, vuelva una persona a fumar? Es aquí donde se manifiesta uno de los elementos más importantes de la conducta de fumar, del que poco a poco vamos siendo más conscientes: la dependencia psicológica.
Necesitamos aclarar, entonces, qué es la dependencia psicológica, en qué consiste y como puede tener tanta fuerza para hacernos caer una y otra vez. En este artículo me gustaría señalar algunas de las ideas más importantes que nos pueden hacer entender un poco más cómo funciona esta “otra” dependencia, a la que no siempre prestamos la debida atención..
En primer lugar me gustaría hablar de la “cultura del fumador”. Todos, fumadores y no fumadores, conocemos la cultura de fumar y nos adaptamos a ella, incluso antes de ser fumadores. Prácticamente todos empezamos a fumar en situaciones sociales, con amigos, generalmente con alcohol de por medio (¿por qué casi nadie empieza a fumar solo en su casa mientras estudia?). Todos sentimos especial predilección por determinados cigarros: “no puedo salir de copas y no fumar”; “a mí el que mejor me sabe es el del café de después de comer” (¿existe alguna propiedad que haga que los cigarros cambien de sabor o sean mas placenteros justo en esas situaciones? ¿Por qué para nadie el mejor es el que fuma con una coca-cola?). Y así podríamos seguir poniendo mil ejemplos.
Estas y otras afirmaciones son frases que hemos oído desde que somos pequeños y seguimos oyendo de los fumadores que nos preceden. Fumamos en las mismas circunstancias, decimos las mismas frases (pequeñas oraciones, mantras o creencias sobre el tabaco) que hemos escuchado y adaptamos nuestra conducta de fumadores a la “cultura del fumador”. Ocurre igual cuando lo dejamos. Repetimos cosas como “no me imagino toda la vida sin fumar un cigarro” (¿no es acaso un sinsentido tomar la decisión de dejar de fumar con la idea de volver? Entonces ¿por qué no podemos imaginar la vida sin algo que queremos dejar?), “si por lo menos pudiera fumar el del café” (si puedo dejar de fumar completamente, no necesitar ningún cigarro, ¿de verdad querría ese cigarro?), “daría lo que fuera por un cigarro después de desayunar”, “la peor situación son las bodas”… Son afirmaciones, pensamientos, que tenemos que aprender a identificar, a reconocer, o de nuevo seremos incapaces de dejar de fumar.
Por otro lado es también importante reconocer que fumar es un hábito. Son acciones, gestos, que hemos repetido miles o millones de veces a lo largo de nuestra vida como fumadores. Si no, haced la cuenta: ¿cuántos cigarrillos habéis fumado en vuestra vida? Multiplicad ahora por el número de caladas que le dais a cada cigarrillo. ¿Sorprendidos? No es de extrañar que sea un hábito muy bien instaurado, con mucha fuerza. Sólo creando nuevos hábitos podremos prescindir del gesto de fumar.
Y, aunque se podría hablar de muchas más cuestiones, me gustaría terminar con otro factor esencial en la dependencia psicológica: la conducta de fumar está asociada a cientos de situaciones. Cuando llevamos mucho tiempo de fumadores todo nos recuerda el fumar porque hemos fumado en situaciones buenas, en situaciones malas; cuando estábamos aburridos, cuando nos divertíamos. Cuando estudio, cuando trabajo, cuando hablo por teléfono… Todo nos recuerda al fumar. Y al dejarlo tengo que ser capaz de romper, poco a poco esas asociaciones y entender que si lo recuerdo más (es decir, me sube la ansiedad en determinadas situaciones) es porque es una situación que está fuertemente asociada al tabaco.
En definitiva, la dependencia psicológica es uno de los principales obstáculos que superar para poder dejar definitivamente de fumar. De ahí que durante los últimos años haya crecido el número de programas diseñados para superar la dependencia psicológica del tabaco favoreciendo la abstinencia permanente.
Dejar de fumar definitivamente es posible, pero es necesario conocer y prepararse para las dificultades que presenta y así poder garantizar el éxito en la consecución de nuestros objetivos.
Por Andrés Hausmann
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