
Es normal que los hermanos se peleen. Comienzo con esta afirmación porque los desencuentros entre hermanos suelen generar preocupación en la familia y considero importante destacar que en la relación fraternal y en el aprendizaje de la convivencia es habitual que surjan problemas. Muchas veces es a partir de estos conflictos que ellos pueden aprender a relacionarse mejor y llegar a un mayor entendimiento.
Los hermanos pasan mucho tiempo juntos y desde que son pequeños tienen que aprenden a compartir sus bienes más preciados: juguetes, libros o ropa —cuando sean más mayores— y sobre todo lo más reforzante que para ellos existe: la atención de sus padres. Muchas veces observando los conflictos entre ellos se llega a una conclusión: las peleas suelen generar dosis extras de atención que puede hacer que se refuercen y, por tanto, que se manifiesten de forma más frecuente y se mantengan en el tiempo.
Los desacuerdos a pequeña escala pueden ser incluso deseables, ya que los niños tienen que aprender a convivir, a negociar y llegar a puntos de encuentro durante el juego. Es un sano ejercicio de sus habilidades sociales que les va a permitir ir desarrollándolas también en otros contextos de socialización.
No obstante, hay que diferenciar cuando se pasa de pequeños conflictos o momentos de chinchar a peleas que tienen que ser limitadas. Dos consideraciones sobre errores que solemos cometer los adultos al intervenir en peleas:
- Asumir que en la pelea hay uno bueno y uno malo. Normalmente las peleas se originan de forma mutua, aunque haya alguno de los dos que pueda ser más problemático. Asignar etiquetas de comportamiento rígidas puede hacer que los hijos se comporten conforme a ellas y que por tanto desempeñen roles.
- Relacionado con el punto anterior es importante que no caigamos en etiquetar la conducta del niño. En el momento de la pelea se están portando mal pero no son Esto se lo deberíamos señalar a todos los implicados en el conflicto, aunque pensemos que alguno tiene más responsabilidad que otros en lo que ha ocurrido.
Una vez considerados los puntos anteriores, a continuación, presento una serie de pasos que se pueden seguir para abordar los conflictos entre hermanos:
- Explicar que en casa no se admiten peleas que sean agresivas y que tienen que aprender a solucionar los conflictos.
- Cuando se considere que una pelea es agresiva los padres establecerán el momento de intervenir.
- Es importante concretar que se entiende por agresividad. Se considerará que hay agresividad —y que se va a intervenir— cuando aparezcan insultos, gritos o empiecen a pegarse.
- Cuando se intervenga el objetivo no es juzgar ni dilucidar cuál ha sido el origen o los culpables. Estaríamos prestando atención a la pelea y probablemente reforzando su aparición.
- Por tanto, al intervenir les recordaremos que no se puede pelear y que en ese momento no nos interesa saber que ha pasado. Vamos a separarles un rato —el tiempo depende de la edad que tengan, con niños pequeños 5 minutos suele bastar— porque han demostrado que no han sabido jugar juntos.
- Cuando hayan pasado los minutos establecidos les dejamos que reinicien la actividad que estaban realizando para darles la oportunidad de portarse bien y de aprender a arreglar las diferencias.
Una vez que haya pasado el conflicto y cuando estén más tranquilos puede ser beneficioso tomarse unos minutos con cada uno por separado y ver por qué se producían las peleas, subrayando que puede hacer cada uno para resolver mejor la situación. Utilizando el juego y role-playing (representación de personajes) se puede practicar cómo dar una negativa, hacer una petición o expresar una queja. Llevar a cabo estos ensayos es muy beneficioso ya que conforme vayan asimilándolos y puedan desarrollarlos les resultará útil en situaciones muy diversas.
Normalizar las peleas entre hermanos y aceptar que en situaciones de confinamiento pueden acentuarse, o ser más frecuentes, puede ayudarnos a llevarlas mejor y considerarlas parte de su aprendizaje. Esto no implica que nuestra posición ante ellas sea pasiva; como adultos y padres es importante que destaquemos la resolución de conflictos como vía deseable para una mejor convivencia. Así a través de normas y límites, así como dotándoles de recursos, podemos ayudarles a desarrollar mejores estrategias y habilidades sociales.
Mucho ánimo y salud en estos días.
Referencias bibliográficas
Álava S. (2014) Queremos hijos felices. Lo que nunca nos enseñaron de 0 a 6 años. Madrid: JdeJ Editores.
Ruiz de Arcaute M. (2001). Relaciones familiares. En Aldecoa J. (Ed) La educación de nuestros hijos (pp. 331-333) Madrid: temas de hoy.

Graduada en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid.
Máster en Psicología General Sanitaria (Universidad Pontificia de Comillas). Máster en Terapia Cognitivo-Conductual con niños y adolescentes (Universidad Pontificia de Comillas). Máster en Educación Secundaria con especialización en Orientación Educativa (Universidad Camilo José Cela). Especialista en técnicas gestálticas aplicadas a la infancia (Centro Umayquipa).