Sí, por si alguien aún no se ha dado cuenta, estamos en crisis. Hace ya unos cuantos años que la especulación salvaje de unos pocos hundió a la economía mundial en un agujero del que todavía no ha conseguido salir, por más que algunos se empeñen en desdecir a la machacona realidad. Las consecuencias a pie de calle las estamos viendo todos los días: paro, recortes sociales, precariedad; todos ellos aspectos muy dañinos que están contribuyendo poderosamente a alimentar la creencia de que las cosas no marchan bien, y que hay margen para que empeoren, con el consabido aumento del malestar entre la gente y la posibilidad de que aparezcan trastornos de ansiedad, del estado de ánimo o adaptativos. La situación no es fácil, ciertamente, pero puede afrontarse de una manera más adecuada, sobrellevándola de la mejor manera posible y tratando de aprender de nuestros errores.
Para empezar no está de más recordar que, parafraseando el conocido refrán, no hay mal/crisis que cien años dure. A lo largo del pasado siglo XX se sucedieron los cracks económicos, y una vez superadas sus dañinas consecuencias a corto plazo se instauraron una serie de mejoras que han reportado beneficios para todos. Así que, por mucho que ahora mismo nos resulte difícil ver el final del túnel, no hay duda de que esta situación terminará. De hecho, acudiendo a la etimología del término, el vocablo griego Krisis alude a la necesidad de analizar una situación concreta. Esto es, cuando un sistema entra en crisis es necesario abrir un periodo de reflexión que posibilite el cambio, la mejora. Por más que las decisiones de mayor calado les correspondan a los expertos, todos tenemos margen para cambiar las consecuencias que estas tienen en nuestras vidas, tratando de que sean coherentes con nuestra escala de valores.
Los teóricos de la psicología humanista, con Maslow y Rogers como figuras más reconocibles, ya defendieron en su momento la necesidad de alcanzar la autorrealización trascendiendo el mecanicismo al que nos conducen las rutinas sociales, intentando dar significado a nuestra vida de una manera personal y propia. Llevado a la situación que atravesamos actualmente, se trataría de volver el foco hacia nosotros mismos, valorando convenientemente a que objetivos vitales hemos renunciado al apostar ante todo por nuestra inserción en el mundo laboral y consecuente obtención de riqueza, tratando de conciliarlos con nuestro día a día. En la medida en que seamos capaces de dirigir nuestra atención a un presente rico en vivencias, tomando decisiones ilusionantes postergadas en el pasado por las circunstancias, estaremos más preparados para combatir la incertidumbre ante el incierto futuro y afrontar los cambios que hayan de producirse.
A modo de ejemplo, a continuación os presento un decálogo con una serie de ideas, que espero os sirvan de ayuda, para plantar cara a la crisis:
- Vivir es, ante todo, tener experiencias y aprender de ellas. Todas, las mejores y peores, tienen un sentido y nos ayudan a crecer como personas.
- Las crisis son, ante todo, oportunidades para echar la vista atrás y ver que podemos mejorar.
- Si te has quedado sin trabajo asesórate acerca de que ayudas puedes obtener, y no te dejes arrastrar por la desesperación. Contacta con toda aquella institución que pueda suministrarte información y apoyo.
- La formación siempre suma. Amplia tus conocimientos tratando de aunar, en la medida de lo posible, intereses personales con requerimientos laborales.
- Si sigues trabajando pero has visto reducidos tus ingresos, plantéate igualmente incorporar a tu día a día nuevos conocimientos que seguro te permitirán mejorar tu implantación laboral cuando la situación económica se estabilice.
- Se creativo. Los enfoques novedosos, apoyados en las nuevas tecnologías, resultan más atractivos, y por ello mismo incrementan la posibilidad de éxito.
- Aprovecha que dispones de más tiempo libre para recuperar aquellas actividades que tuviste que abandonar por falta de tiempo, o que nunca pudiste hacer y anhelas realizar.
- Siempre y cuando puedas permitírtelo, intenta pasar unos días de vacaciones dedicados por entero al disfrute de cada momento. Si tu situación económica no te lo permite, juega a ser turista por unos días en tu ciudad o pueblo, redescubriendo los encantos del lugar donde vives con otros ojos.
- Plantéate, sin temor, la posibilidad de dar un giro de 180 grados a tu vida. Quizá sea lo que llevas queriendo hacer desde hace tiempo, y las obligaciones adquiridas año tras año te lo han impedido. Este puede ser un buen momento para tomar una decisión, sopesando detenidamente ventajas e inconvenientes, y ver que camino seguir.
- No olvides que el futuro no está escrito. Ninguna crisis elimina nuestro libre albedrío, la posibilidad de tomar decisiones provechosas en el presente que tengan un efecto positivo en los años venideros.
Foto: EU social
Licenciado en Psicología.
Master en Psicología Clínica y de la Salud por la Universidad Complutense de Madrid. Psicólogo colaborador de la Clínica Universitaria de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid