Por Raquel Tarazona Alfaro.
El sueño ha sido considerado como un proceso evolutivo, es decir, va cambiando a lo largo de nuestro desarrollo desde que nacemos. Los primeros meses de vida los niños necesitan dormir una gran cantidad de horas (entre 16 y 18 aproximadamente) en periodos cortos de tiempo debido a la necesidad de recibir alimento, así como para favorecer la maduración cerebral; sin embargo, conforme van creciendo el número de horas se ve reducido aproximándose a las características del sueño del adulto.
Se trata de una función fisiológica imprescindible para alcanzar un desarrollo óptimo la cual permite recuperar energía para poder afrontar el día con éxito y, además, favorece la maduración cerebral influyendo así en los procesos de aprendizaje, las funciones ejecutivas y en la memoria. En este sentido, los problemas en el área del sueño han sido considerados un factor de riesgo para la aparición de dificultades en el desarrollo cognitivo, problemas de conducta y emocionales, así como problemas de salud a nivel metabólico e inmunológico. Asimismo, las dificultades para conciliar el sueño en los niños se han relacionado con problemas de rendimiento académico y de estrés en la familia.
En aquellos casos en los que los niños presenten dificultades para conciliar el sueño, es importante, por un lado, consultar al pediatra con el objetivo de descartar causas médicas o farmacológicas que puedan estar ocasionando los problemas para dormir en el niño, y, por otro lado, asegurarse de que dichas dificultades no se deben a problemas psicológicos que pudieran estar repercutiendo en el sueño. Sin embargo, generalmente, una de las principales causas de la aparición de estos problemas en niños podría explicarse por una deficiente adquisición del hábito de sueño.
Son muchos los casos de padres desesperados a causa de la incapacidad de sus hijos para conciliar el sueño, así como por despertares frecuentes a lo largo de la noche. Esto les lleva a probar todo tipo de métodos con el objetivo de lograr que sus hijos duerman. Finalmente, en la mayoría de ocasiones, es el propio niño quien termina estableciendo que conductas deben llevar a cabo los padres para conseguir este objetivo (pide dormir en la cama con ellos, dormir en el salón viendo la televisión, salir constantemente a pedir agua, leche o algo para comer, cantarle alguna canción, etc). Los constantes despertares y problemas para conciliar el sueño de los niños así como los distintos intentos por hacerles dormir genera en los padres cierta frustración y sentimiento de culpabilidad por no lograr este objetivo.
Como se ha mencionado anteriormente, el sueño requiere adquirir un hábito a través de la repetición de una rutina establecida por los padres. A continuación, se exponen algunas recomendaciones que se consideran eficaces a la hora de lograr una adecuada higiene del sueño y contribuir así a la prevención de problemas para dormir:
- Utilizar la cama únicamente para dormir y establecer unas condiciones que favorezcan el sueño. En este sentido, es importante crear un ambiente adecuado para facilitar la conciliación del sueño a través de una luz tenue, niveles de ruido bajos, temperatura adecuada (un exceso de calor dificulta dicha conciliación) y un ambiente relajado. Además, se recomienda mantener fuera de la habitación en la que se va a dormir aparatos electrónicos tales como la televisión, el ordenador o el móvil.
- Evitar dormir en otros lugares que no sean la cama (por ejemplo, en el sofá).
- Establecer un horario para dormir en función de la edad del niño. Acostarse y levantarse siempre a la misma hora favorece la regulación del reloj biológico interno y permite sincronizar el ritmo de sueño-vigilia. Es importante ser constante en la aplicación de estas rutinas ya que a través de la repetición se facilita el aprendizaje. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que hay ocasiones especiales en las que los horarios de sueño cambian para lo que es importante ser flexibles, siempre y cuando no se convierta en algo rutinario.
- Hacer siestas adaptadas a la edad y desarrollo de los niños.
- Realizar actividades dinámicas durante el día y actividades relajantes antes de dormir. En este sentido, se recomienda que los niños lleven a cabo ejercicio físico durante el día ya que, además de los beneficios que este tiene para la salud, ayuda a tener un sueño de mayor calidad. Si embargo, es importante tener en cuenta que debe evitarse realizar ejercicio físico en las horas próximas a acostarse ya que supone un estado de activación que interferirá en el sueño.
- Mantener una actitud relajada y tranquila a la hora de acostar a los niños. Es importante que la hora de dormir sea un momento agradable del día, de manera que se desaconseja asociar este momento con amenazas, gritos y castigos.
- Evitar que el niño se exponga a películas o imágenes de miedo que puedan favorecer la aparición de pesadillas durante la noche.
- Es importante evitar las comidas abundantes antes de ir a dormir; sin embargo, se recomienda que el niño no se acueste con la sensación de hambre ya que ello repercute de forma negativa en la adecuada conciliación del sueño. Algunos alimentos como la leche ayudan a dormir, pero resulta conveniente evitar otros tipos de alimentos como el chocolate, infusiones que contengan teína y otras bebidas estimulantes.
- Llevar a cabo una rutina relajada por la noche que permita anticipar la hora de dormir y conciliar el sueño con mayor Un ejemplo de rutina para favorecer la conciliación del sueño estaría compuesta por el momento del baño, ponerse el pijama, cenar, lavarse los dientes, realizar alguna actividad tranquila que se asocie con dormir en la habitación del niño como por ejemplo leer un cuento con el niño, dar un beso antes de dormir y apagar la luz.
- En caso de que el niño se despierte y acuda a la cama de los padres, se aconseja acompañarle a su cama, ayudarle a relajarse y esperar a que se duerma. A pesar de que se ha considerado que dormir con los hijos permite reforzar vínculos afectivos, se ha demostrado que además de perjudicar la calidad de sueño, repercute de manera negativa en la intimidad de los progenitores y dificulta el desarrollo de la autonomía en los pequeños.
En este artículo se exponen algunos consejos que contribuyen a prevenir la aparición de problemas de sueño en niños. Sin embargo, se recomienda solicitar ayuda psicológica en aquellos casos en los que los padres tengan importantes dificultades para lograr que sus hijos adquieran el hábito de sueño y ello esté suponiendo un malestar significativo, así como un impacto negativo en las distintas áreas de la vida del niño y de la familia.
Raquel Tarazona Alfaro
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