Hace tiempo que contemplo con espanto en la consulta determinadas actitudes entre adolescentes; cada vez son más frecuentes y a mí me van preocupando más.
Hasta hace poco tiempo pensaba que estas eran propias de una generación pasada, o de religiones integristas o extremistas y que la educación nos había igualado de manera que ya no se estilaba, pero poco a poco me voy dando cuenta en consulta de que hay de nuevo una generación que establece relaciones insanas y controladoras, y que en ocasiones acaban en terapia bien porque su actitud ha llevado a la otra parte a poner un límite incluso legal, o bien porque hay una gran insatisfacción por una o ambas partes con el estilo que están viviendo y que poco a poco va cambiando su humor.
Creo que como son actitudes crecientes, aunque nos sorprendan, el Ministerio del Interior también se hace eco en las semanas previas al fin de año y por ello lanza una campaña con frases que se empiezan a recoger —similares a las que detecto yo— con protagonistas de edad adolescente.
Los celos se viven desde la más tierna infancia, ya nos lo explicaba Bowlby en su teoría del apego, y se basan en la percepción de una posible pérdida del objeto querido o de su relación primaria, así que en realidad los experimentamos a lo largo de nuestro desarrollo como un hito vital.
Lo habitual es que la mayoría de las personas vivamos estos celos desde la normalidad y busquemos en nuestros recursos internos el modo de gestionar ese malestar. Durante todo este proceso es muy importante que los padres vayan enseñando a los hijos que la persona amada no es un objeto personal, una pertenencia, sino que tiene intereses propios, ideas y que no siempre va a querer compartir todas nuestras propuestas; hay que aprender a respetarlo, aceptarlo y disfrutar esas diferencias.
La llegada de las nuevas tecnologías ha facilitado entre los adolescentes una serie de actitudes que a mí me parecen bastante patológicas, únicamente voy a hablar de aquellas que me he encontrado en la consulta en los últimos 2 ó 3 años:
1. Cuestionar la hora de conexión del whatsapp
Cuando un adolescente reclama a otro la hora de conexión última, el mensaje es en cierto modo de control: “he comprobado qué es lo último que has hecho, sé a qué hora has estado hablando, si no es conmigo será con otro…” Y en cierto modo hay exigencia hacia el otro miembro de que esa última conexión sea simultánea.
Lo ideal es que los niños o los adolescentes no estén pendientes de eso, que entiendan que los demás pueden elegir libremente la hora de acostarse y con quien hablan al final del día sin implicar una mayor importancia que la pareja.
2. Cuestionar las personas con las que se habla
Claramente cuando el otro intenta controlar con quién se habla o si hay derecho o no a mantener esas conversaciones está invadiendo su intimidad, hay que devolver a los adolescentes a una situación real, como si cuestionásemos conversaciones en el patio de la escuela, el instituto o apartásemos a determinadas personas de un grupo porque no nos gusta que se hable con ellas.
No es una actitud adecuada; hay que enseñarles que igual que a ellos les gusta que les respeten cuando hablan con distintas personas —sean de nuestro agrado o no— deben hacer lo mismo, y también hay que ayudarles a confiar y a entender que las actitudes de ligoteo que perciben en sus parejas en ocasiones son fruto de un pensamiento interpretativo.
Además, aunque pudieran controlar todas las conversaciones, algo imposible e irracional, su relación no estaría preservada, sigue estando en juego ya que sigue dependiendo de las decisiones de los miembros que la integran.
3. Cuestionar el tiempo que se dedica a otras personas
Normalmente chicos y chicas suelen enfadarse por no ser el objeto total de atención, cuestionan el tiempo que se les dedica a las amistades, familia y reclaman un espacio exclusivo, cuando hacen esto las personas suelen ir aislándose de su entorno, dejan de quedar con los amigos, reducen el número de interacciones familiares y al final sólo están el uno para el otro, haciendo imposible que haya otras interacciones y que en el caso de una ruptura haya posibilidad de que el entorno les apoye, retrasando mucho o condicionando las decisiones de finalizar la relación por escasez de apoyos sociales.
4. Preguntar qué se hace en cada momento o donde se encuentra la otra persona
Estas actitudes que parecen mostrar un interés por las actividades de los demás acaban controlando la vida de los adolescentes, llegando incluso a generar situaciones incómodas por cuestionar la veracidad o no de los sitios en los que se está o la posibilidad de que las personas se encuentren de manera intencionada o incluso de vigilar.
5. Cotillear y cuestionar sus contactos de Facebook
Este es un clásico; gran parte de los adolescentes cuestionan a quien se incluye en el Facebook, suelen vigilar los contactos de sus parejas, acceden a través de los amigos y en muchas ocasiones controlan o cuestionan dichas amistades generando situaciones de desconfianza. Son actitudes inadecuadas, deben confiar y posibilitar las relaciones sociales de sus parejas.
Hay que tratar de dirigirles a la confianza mutua, no a dejar que sus pensamientos irracionales acerca de las infidelidades dominen sus relaciones; que analicen si es una realidad, una posibilidad o un pensamiento propio de su imaginación y ayudarles así a entender que incluir a otras personas en Facebook no implica el inicio de otro tipo de relaciones.
6. Controlar con quien habla
Es una actitud similar a las anteriores; a veces los adolescentes intentan mirar con quien se chatea o incluso el historial de llamadas, pudiendo llegar a buscar programas que les permitan acceder a esta información mediante una copia de los chats.
Igual que en los casos anteriores, hay que intentar que dejen progresivamente de hacer esos controles, que den espacio a las personas con las que quieren estar y trabajen sobre la realidad y no sobre fantasías de posesión.
7. No presentar a la persona
En ocasiones los adolescentes evitan las presentaciones a los amigos manteniendo la relación en un ámbito concreto, como por ejemplo los viernes y luego una parcela distinta con su grupo, llegando incluso a pedir a la persona con las que están que si coinciden en el colegio o en determinados ambientes hagan como si no les conocieran.
Esta circunstancia no tiene que ver con las redes sociales, pero me parece importante comentarla porque es bastante frecuente y genera mucha incertidumbre tanto en las relaciones como en la autoestima de los que la sufren.
8. Conversaciones inadecuadas
Este tema no solamente es habitual sino que resulta muy peligroso, haciendo referencia a conversaciones o envío de mensajes eróticos o con contenido sexual, llegando incluso a intercambiar fotografías sexuales o de los genitales; también aquellas ocasiones en las que los adolescentes discuten, resultándoles más fácil hacerlo por las redes sociales, ya que la mayoría de las veces los adolescentes se atreven a decirse más cosas por este medio que a la cara.
Es importante educar a niños y adolescentes en que inhiban esas actitudes, que aquellas cosas que tengan que decirse lo hagan en persona y si no son capaces que sepan que es un contenido inadecuado para colgar en redes sociales o hacerlo a través de un whatsapp.
Todas estas frases, actitudes, situaciones son cada vez más comunes en las relaciones entre adolescentes, que confunden sus términos e idealizan este tipo de comportamientos. Si en algún momento habéis detectado que vuestros hijos presentan estas actitudes, sufren estas situaciones es importante que les dirijáis hacia la conducta adecuada o en su defecto que preguntéis a profesionales relacionados con la adolescencia que puedan serles de ayuda, aconsejándoles para que aprendan un enfoque más sano, basado en el respeto, el compartir y el disfrute frente a la posesión, la exclusividad y el miedo a la pérdida de la relación.
Licenciada en Psicología.
Experto en Terapia de la Conducta Infanto-juvenil y Familiar. Especialista en Atención Temprana. Experto en Clínica e Intervención en Trauma y E.M.D.R. niveles I,II y III. Diplomada en Educación Social. Psicóloga especializada en Duelo infantil y juvenil de la Fundación Mario Losantos del Campo.