Vivimos en una sociedad en la que la búsqueda de la felicidad se ha convertido en un objetivo primordial. Instagram, TikTok, YouTube… nos avasallan con imágenes de viajes idílicos, cuerpos perfectos y momentos de placer constante. Además, la presión no se limita exclusivamente a las redes sociales, sino que proviene de otras muchas direcciones: anuncios publicitarios que prometen la felicidad gracias a la compra de un producto, normas culturales que glorifican la alegría constante, narrativas que penalizan la expresión de emociones como la tristeza, el enfado, la decepción…
Frente a esto, ¿qué ocurre cuando esta búsqueda de la felicidad se convierte en un imperativo?
- Negación de emociones: cumplir con la expectativa y el ideal de felicidad establecido puede conducir a la supresión de aquellas emociones cuya vivencia es más desagradable (frustración, tristeza, enfado…). ¿Y cuáles serían las consecuencias? Las emociones no son ni buenas ni malas, surgen como reacción a las demandas del entorno y para que sean adaptativas tienen que ser sentidas, pensadas y gestionadas. Sin ellas, es muy difícil adaptarnos y sobrevivir, ya que nos proporcionan información muy valiosa sobre nuestras experiencias, necesidades…
- Frustración e insatisfacción generalizada: esta búsqueda se puede convertir en una carrera sin fin. Cuando aquello a lo que aspiro (en este caso, un ideal extremadamente difícil de alcanzar) dista de mi realidad actual, es inevitable experimentar frustración. La sensación de no alcanzar lo deseado puede derivar en un estado emocional negativo. Resulta paradójico como la búsqueda del placer constante puede derivar en la pérdida del disfrute en el momento presente.
- Sentimientos de insuficiencia por comparación social: la persecución de un estado de felicidad permanente, en comparación con un mundo digital en el que se presentan realidades de manera selectiva, puede dar lugar a sentimientos de insuficiencia, a un autoconcepto negativo y a una baja autoestima.
- Dificultad para gestionar conflictos u otros desafíos: como se ha comentado anteriormente, cuando nos marcamos como objetivo ser felices todo el tiempo, es irremediable que se tienda a evitar o reprimir emociones como la tristeza, el enfado o la frustración. Teniendo en cuenta que las emociones son una guía y una gran fuente de información, esta manera de relacionarnos con ellas puede dar lugar a una gestión inadecuada de los conflictos.
Además, la vida y las relaciones con los demás implican la presencia de dificultades y, en ocasiones, cierto grado de malestar. La incapacidad de aceptar esta realidad impide el desarrollo de estrategias eficaces y búsqueda de soluciones alternativas a los problemas. - El autocuidado como imperativo: el autocuidado, entendido como el conjunto de prácticas y comportamientos que la persona realiza para mantener y mejorar su salud física y emocional, es esencial para alcanzar el bienestar. Sin embargo, la búsqueda incesante de la felicidad, a veces, conduce a expectativas poco realistas sobre lo que significa cuidarse a uno mismo. Es muy habitual acceder a páginas de skincare, de rutina de ejercicios, de lifestyle… Sin embargo, las redes sociales pueden generar sentimientos de culpa si uno siente que no está cumpliendo con las prácticas de autocuidado tan concienzudamente “como debería”.
¿Cuál sería la alternativa?
A pesar de lo dicho, no hay que criminalizar la búsqueda de la felicidad, pues es una tendencia innata en el ser humano. Hay una predisposición natural a buscar experiencias que proporcionen placer, bienestar y satisfacción. El problema aparece cuando esa búsqueda se convierte en una presión excesiva guiada por nuestros «debería».
La alternativa a la tiranía de la felicidad reside en adoptar una perspectiva más equilibrada y realista que pasa, entre otras, por:
- Reconocer y aceptar la diversidad emocional como parte natural de la experiencia humana.
- Aceptar el malestar como parte de nuestra vida, cultivando herramientas que nos permitan adaptarnos a los desafíos y aprender de las experiencias complejas.
- Tener una mirada autocompasiva, especialmente en los momentos de dificultad.
- Organizar tu vida en base a tus valores en lugar de perseguir la felicidad como un objetivo central: ¿qué puedo hacer hoy para acercarme a la vida que quiero?
- Cultivar relaciones interpersonales significativas en lugar de buscar experiencias que proporcionen una gratificación inmediata.
Graduada en Psicología y Criminología por la Universidad Pontificia de Comillas. Máster en Psicología General Sanitaria. Máster Propio de Especialización Terapéutica en Terapia cognitivo-conductual con niños y adolescentes.