“Voy a ver si mi paciente que llega tarde me ha dicho algo por whatsapp” … ”anda, mi hijo me recuerda que cenamos luego”…. “¿pero dónde era? ah, sí, me llegó un correo con la invitación” … ”vaya, por fin tengo el correo en el que me avisan de que puedo recoger el paquete con la tela” … ”y en el correo de trabajo veo que me han enviado el documento que esperaba, voy a crearme una tarea” … “uf, casi se me olvida, menos mala que he visto la notificación en las tareas, tengo que recoger las lentillas” …
“¿Por dónde iba? Ah, sí, mi paciente; pero ya que tengo el whatsapp abierto voy a avisar a mi amiga de que ya tengo la tela” … “reviso el tutorial de Instagram a ver si necesito más materiales” …. “uy, qué bonitas estas fotos que ha subido mi sobrino, parece que está en Budapest, qué maravilla el Danubio” … “me encantaría hacer un crucero recorriéndolo” … “uf, qué precios, imposible” … “¿qué estaba haciendo yo? Ah, mira, sí, mi paciente me dice que está en un atasco”. Total, 15 minutos de móvil y nada productivo.
Seguro que nos pasa a todos, en mayor o menor medida. Pero, ya sabes, “mal de muchos…” no debería ser consuelo.
En los medios aparece de continuo la preocupación (muy justificada) por el uso que niños y adolescentes hacen del móvil. Pero ¿y los adultos? Damos por descontado que no tenemos más remedio que utilizar el móvil, pero ¿podemos hacerlo de otra manera? ¿qué cambiaría?
Para qué negarlo, llevamos la vida en el móvil. Y eso tiene ventajas (muchas) e inconvenientes (también muchos). Supone, para empezar, que nuestra vida no esta compartimentada: trabajo, familia, ocio… son áreas que deberían estar diferenciadas, pero que caben todas en ese dispositivo rectangular que llevamos en el bolsillo. Y, cada vez que lo sacamos, nos cae encima un aluvión de información referente a todas las áreas de nuestra vida. Sea el momento o no, podamos atenderla o no. Y, claro, la gestión no es fácil.
Dejando fuera los problemas de relación que en el ámbito social el móvil nos puede traer (no prestar atención plena a los hijos, o a los amigos, malentendidos por la falta de lenguaje no verbal…) se me ocurren, a bote pronto, tres dificultades adicionales que tendríamos que aprender a resolver:
- El móvil nos dificulta la concentración
- El móvil nos genera estrés
- El móvil nos genera frustración
El móvil y los problemas de atención
Se supone que el ser humano es capaz de atender al estímulo que en ese momento es relevante para él, inhibiendo la respuesta al resto de los estímulos presentes: se llama atención selectiva. Es decir, somos capaces de concentrarnos, de escribir este artículo ignorando al perro que ladra en el jardín o el apetecible sol que entra por la ventana.
Pero llevamos con nosotros una fuente de constantes estimulaciones que “nos llaman”: notificaciones, juegos, redes sociales que nos entretienen, noticias interesantes, trabajo pendiente, curiosidad que puede ser satisfecha en un clic…. Es una interferencia constante. Algunos estudios han demostrado que la simple presencia del móvil junto a nosotros, incluso si está apagado, disminuye nuestro potencial atencional (Ward et al., 2017).
Las personas con déficit de atención tienen dificultades para resistirse a las interferencias, lo que dificulta que mantengan la atención; que se concentren: “se distraen con una mosca”. Pues llevamos una nube de moscas con nosotros, lo que hace que empiecen a detectarse patrones de TDAH en personas adultas que teóricamente no lo sufren (Samarrai, 2016): además de los citados problemas de concentración, comenzamos a aburrirnos con facilidad, dificultad para terminar lo que empezamos, inquietud ante actividades estáticas, etc.
Y es que funcionamos durante todo el día con la atención dividida: atendemos a la vez a lo que estamos haciendo y al móvil. Hay quien ve series mientras mira el móvil, escuchamos a quien está con nosotros mientras mantenemos los ojos en la pantalla, trabajamos sin desconectar el móvil….por no hablar de comidas y reuniones sociales. Y la atención dividida es siempre menos eficaz que la plena.
El móvil nos genera estrés
En primer lugar porque, como decíamos, al abordar nuestras tareas con la atención dividida nuestra eficiencia decrece. Y, por ejemplo, tardamos dos horas en hacer aquello que hubiéramos podido hacer en una. Con lo que hoy ya vamos una hora tarde, y tiempo no nos sobra nunca. Se incrementa así la sensación de no ser capaz de cumplir con las tareas en el tiempo disponible para ello.
Por otro lado, para los demás también estamos “a tiro de móvil”. No cuesta pedir un favor, preguntar “cómo va lo mío” o proponer un plan que, aunque apetecible, no nos cabe en el día. El ritmo de vida se acelera, todo es para hace un minuto.
Abrimos el correo para enviar un documento y leemos otras dos peticiones; nuestra aplicación de tareas nos fija en la pantalla de inicio una tarea pendiente que no has tenido tiempo de hacer, pero cuya notificación ves veinte veces en una mañana. ¿Qué le dirías a una persona que te recuerda veinte veces lo que ya sabes que tienes que hacer pero aún no has podido? Pero, claro, como nuestra atención no funciona como debería, necesitamos esos recordatorios. Y aunque están pensados para ayudarnos, nos generan estrés.
¿Quién no ha abierto el whatsapp alguna vez y se ha encontrado montones de notificaciones? Unas agradables (de amigos y familiares) y y otras menos (más trabajo, una complicación…). Eso hace que tampoco disfrutemos de lo bueno del móvil (unas fotos que nos gustan e interesan) porque en el mismo gesto con frecuencia hay algo que lo empaña (el fontanero no puede venir mañana tampoco).
El móvil nos genera frustración
Nadie pone en Instagram que lleva todo el fin de semana trabajando. Ponemos lo bonito: los viajes, las vacaciones, los momentos con amigos… y cuando tú te sientas un rato en el sofá y lo abres para relajarte, inconscientemente se dispara el deseo de descanso, de viajar, de estar con tus amigos… aunque no toque. Quizá si sólo te hubieras puesto a leer o a cuidar tus plantas te hubieras ahorrado el deseo y la consiguiente frustración.
Además, muchos seguimos en redes páginas relacionadas con nuestras aficiones. Si te gusta la costura y sigues una que todos los días sube un proyecto apetecible, resulta que acumulas cosas por hacer sin tener tiempo para hacerlas. Es otra montaña diferente de pendientes, que crece a un ritmo mucho mayor que nuestras posibilidades de abordarlas. Si te gusta la fotografía, verás estos días montones de fotos de almendros y frutales en flor, te entrarán ganas de salir al campo para hacer unas cuantas … y no siempre puedes.
Es decir, el móvil, que a veces nos sirve para enriquecer nuestro ocio, otras veces nos pone “los dientes largos” de manera reiterada, y terminamos con la falsa impresión de que nuestra vida es un desastre porque no hacemos todo lo que nos gustaría hacer.
¿Y entonces?
No es cuestión de tirarlo por la ventana y volvernos a las cavernas, claro que no. Pero sí hay algunas cosas que podemos hacer:
- Para trabajar o para dedicarte a tus aficiones, aprovecha el modo zen que tienen muchos smartphones, que sólo permite llamadas entrantes y que, además, no se puede detener una vez que lo has iniciado. Si no lo tienes, seguro que hay alguna aplicación que permite hacer lo mismo.
- Si es posible, ten un número de trabajo y otro personal, y no dejes que se mezclen.
- No tengas en la pantalla de inicio el acceso a lo que te distrae: redes sociales, noticias, música…
- Elimina los accesos directos a las aplicaciones que te roban tiempo. Si quieres usarlas, búscalas tecleando en el buscador. Eso eliminará la posibilidad de abrirlas sin ser consciente de lo que estás haciendo.
- Consulta cada noche el tiempo que has dedicado al móvil y, dentro de eso, el dedicado a cada aplicación. Te ayudará a tomar decisiones.
- Revisa las notificaciones que tienes autorizadas, y elimina las que no sean imprescindibles. Así decrecerán las interrupciones.
- Haz tu móvil un poco más aburrido: elige un tema de colores apagados o que no te resulten agradables.
- Aprende a meditar: eso te ayudará a vivir el momento presente y hará más difícil que te distraigas.
Y si tu problema va más allá y lo pasas mal cuando no puedes usar el móvil, busca ayuda.
Referencias
- Samarrai, F. (2016). Study: smartphone alerts increase inattention – and hyperactivity. 03/2019, de University of Virginia. Sitio web: https://news.virginia.edu/content/study-smartphone-alerts- increase-inattention-and-hyperactivity.
- Ward A., Duke K., Gneezy A., y Bos M. (2017). Brain Drain: The Mere Presence of One’s Own Smartphone Reduces Available Cognitive Capacity. Journal of the association for consumerresearch,Vol 2 N2, pp 140-154.
Directora del Centro. Licenciada en Psicología.
Máster en Psicología Clínica Infanto-Juvenil y Familiar (Grupo Luria) y Especialista en Estimulación Precoz y Atención Temprana (ACIT). Experto en Medicina Psicosomática y Psicología de la Salud por la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia (Universidad San Jorge, Zaragoza). Terapeuta EMDR NI adultos y niños y adolescentes (Instituto Español EMDR, acreditada por EMDR Europe). Experto en Mindfulness para la intervención clínica y social (COP Madrid, 2018). Especialista en ACT en infancia y adolescencia (MICPSY, 2021)