Algunos padres han podido observar cómo su hijo mientn de manera reiterada, a pesar de explicarle los inconvenientes de la mentira y de ir descubriendo en múltiples ocasiones que no dice la verdad.
En Betania Psicología he escuchado con frecuencia interrogantes como: “¿Cuál es la edad a la que empiezan a mentir los niños?” “¿Por qué mienten?” “¿Es normal que mientan?” “¿Solo nos miente a nosotros o también a otras personas?” “¿Qué puedo hacer si mi hijo me miente?” “¿Y si sigue mintiendo así cuando crezca?” A continuación intentaré dar respuesta a todas estas cuestiones.
¿Cuál es la edad a la que empiezan a mentir los niños?
La edad a la que puede empezar a mentir un niño gira en torno a los 3 años. A partir esa edad, es universal que los niños incorporen la mentira a su cotidianeidad. Empieza a entrar en juego la imaginación, no distinguiendo en ocasiones la realidad y la fantasía y no existiendo una intencionalidad clara, que se empieza a adquirir hacia los 5-6 años.
¿Por qué mienten?
Lo primero que tenemos que hacer cuando vemos que mienten es determinar la causa. La mentira en todos los casos tiene funcionalidad y ésta va a guiar el cómo vamos a tener que actuar en cada caso. Las causas que pueden llevar a un menor a mentir pueden ser diversas, a continuación se destacan algunas de ellas.
- Para ver su función. En un primer momento cuando descubren la mentira, empiezan a experimentar para ver qué ocurre en el entorno y cuáles son las consecuencias tanto positivas como negativas de mentir.
- Poca tolerancia a la frustración. El no tolerar la frustración de que algo no les sale como esperan, puede llevarles a mentir.
- Evitación del castigo. Por no ser castigados.
- Llamadas de atención. Pueden encontrar en la mentira una forma de captar la atención del adulto.
- Exigencia en el entorno. El menor puede mentir al verse sobrepasado por la exigencia impuesta en el entorno y no poder cumplir con lo que se le pide.
- Para evadir la culpa. Es una manera de evitar sentirse mal por haber hecho algo que saben que no deberían haber hecho.
- Imitación. Los adultos, y sobre todo los padres, actuamos como modelos, por lo que si ve que alguno de éstos ha podido obtener un beneficio a través de la mentira, pueden imitar esas formas de comportamiento.
- Falta de comunicación. Se produciría como una consecuencia de la falta de comunicación familiar.
- Baja autoestima o inseguridad. Pueden inventarse o exagerar alguna vivencia personal para sentirse valorados por el entorno.
- Problema o dificultad en la expresión emocional. No podrían/sabrían manejar sus emociones en el caso de decir la verdad, lo que les llevaría a mentir.
- Para obtener un beneficio. La mentira en este caso adquiriría la funcionalidad de conseguir algo que quieren.
- Por invasión a su intimidad. Es indudable que, en ocasiones, se pregunta demasiado a los hijos. Si ellos ven que les estamos preguntando más de lo que querrían contar, pueden responder mintiendo como una forma de salvaguardar su intimidad.
- Para obtener la aprobación parental o recibir afecto. Pueden mentir para satisfacer la necesidad de ser aprobados y no defraudar.
¿Es normal que mientan?
La mentira forma parte de nuestro día a día ya seamos niños, adolescentes o adultos. Desde que son pequeños les enseñamos a mentir: Por un lado, ellos nos ven mentir a nosotros; por ejemplo, no queremos asistir a un compromiso y ponemos como excusa que el niño está malo. Por otro lado, les instamos a que mientan; por ejemplo, cuando les regalan algo que no les gusta les decimos que sonrían y que digan que sí; o si van a casa de un amigo y les ponen algo de comer tienen que decir que está bueno.
Las mentiras se pueden considerar como una etapa normal en el desarrollo, ahora bien, no entraría dentro de la normalidad que aprendieran a utilizar la mentira como un recurso cotidiano.
¿Solo nos miente a nosotros o también a otras personas?
Depende de la finalidad de su mentira; por ejemplo, si es por evitar un castigo, normalmente se produce en casa y en ocasiones en el colegio. Si ocurre por falta de seguridad, lo normal es que se genere con su grupo de iguales.
Sea como fuere, siempre es de gran utilidad contactar con el colegio para que otros profesionales como los profesores, orientadores, cuidadores, etc. nos cuenten su percepción sobre el menor y puedan formar parte del proceso.
¿Qué puedo hacer si mi hijo me miente?
- Evitar etiquetas. Hay que diferenciar lo que hacen (conducta) de lo que son (identidad). Podemos referirnos a ellos alegando que “han dicho mentiras”, no que son mentirosos, ya que sino el niño creará su identidad en torno a que es un mentiroso y lo que haga (decir mentiras) se corresponderá con ese rol.
- Crear un clima de seguridad y confianza. Fomentar un ambiente en el que preguntaríamos y respetaríamos si no nos quieren contar, en el que nos acercaríamos a ellos con cualquier pretensión para tener temas de conversación y en el que nosotros tendríamos que ser los primeros en contarles nuestro día, cómo nos sentimos, qué hemos hecho, etc.
- Ser modelos. En ocasiones, hasta sin darnos cuenta, les podemos decir “hoy cenamos pizza pero si tu padre pregunta hemos cenado tortilla”. Aunque hay que saber distinguir y en este caso la mentira es una nimiedad, sigue siendo una mentira. Por lo que el primer paso es proponernos controlar el mayor número de mentiras posible.
- Promover contextos en los que puedan decir la verdad. Esto lo trabajaríamos sobre todo al principio, poniendo situaciones en las que a ellos les sea más fácil decir la verdad y reforzándoles como se ha comentado antes.
- No castigar desproporcionadamente. Si a cada mentira se le pone una consecuencia desproporcionada a la gravedad de la misma, lo que estaremos haciendo será perpetuar un clima negativo, en el que el niño no se sentirá con la confianza suficiente para contar la verdad y volverá a mentir para evitar un posible castigo.
- Ser flexible. Puede ocurrir que mientan porque piensan que el adulto no va a ser capaz de ser comprensivo con la verdad. Hay que mostrarles que podemos llegar a entender todo lo que nos cuenten aunque no estemos de acuerdo con ellos.
- No presionar. Cuanto más explícito hagamos que está mintiendo diciéndole “estás mintiendo, al final no te voy a creer nunca”, más conseguiremos el efecto contrario, esto es, que se mantenga en la mentira. Aunque sepamos a ciencia cierta que están mintiendo, nunca expresarlo de manera rotunda, sino como una creencia propia. Asimismo, no tenemos que obcecarnos en que lo reconozca, se puede reconducir la situación buscando soluciones.
- Reforzar/premiar cuando cuente la verdad. A mucho que cueste premiarle en ocasiones en las que ha dicho una verdad entre veinte mentiras, es importante hacerlo: “qué sincero eres, me gusta mucho que me cuentes esto”. De esta manera, verá que las consecuencias de no mentir no son tan negativas y la próxima vez le compensará contar la verdad.
- No poner en tela de juicio su veracidad de manera frecuente. Si ellos ya consideran de antemano que no les vamos a creer pensaran “para qué voy a reconocer algo si ya no confían en mí”, lo que incrementaría sus mentiras.
- Mantener la calma, no alarmarnos en exceso y hablar de manera tranquila. Igualmente, no pretender promesas de que no lo volverá a hacer ya que, seguramente, hayamos visto que no funcionan. En tal caso, se les puede pedir que se comprometan a intentarlo.
¿Y si sigue mintiendo así cuando crezca?
Que los hijos mientan a una edad determinada no significa necesariamente que lo vayan a utilizar como recurso cuando sean adultos. Ahora bien, sí es importante intentar frenar este modo de actuación lo antes posible. Para ello, se pueden utilizar los recursos aquí citados y, en caso de haber agotado todas las herramientas, se puede acudir a un profesional para evitar que este comportamiento se perpetúe en el tiempo.
Graduada en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid. Máster en Psicología General Sanitaria (Universidad Pontificia de Comillas). Máster en Terapia Cognitivo-Conductual con niños y adolescentes (Universidad Pontificia de Comillas).