Muchas veces nos encontramos ante situaciones en las que los hijos no obedecen o muestran oposición ante algunas órdenes que nosotros emitimos.
El objetivo principal de este artículo es ver cómo y por qué se mantienen ciertas dinámicas de desobediencia en casa y proporcionar algunas herramientas para utilizar en el día a día con hijos pequeños.
En primer lugar, resulta importante destacar que por regla general los niños no nacen más o menos desobedientes sino que depende de otros factores, siendo nuestra respuesta y modelo uno de los principales que influye. Por tanto, aunque resulte difícil, nosotros podemos cambiar y moldear las respuestas de nuestros menores.
Asimismo, es importante saber que hay determinadas edades en las que el “no” o el oposicionismo están más latentes como son los dos/tres años o la adolescencia. Del mismo modo, en cualquier otra edad, aunque no sea de manera tan acentuada, nuestros menores pueden negarse a obedecer como una forma de ver dónde está el límite, hasta dónde podemos llegar nosotros, y, por ende, hasta dónde pueden llegar ellos.
Normalmente se tienen problemáticas en las mismas situaciones: “lávate los dientes”, “vístete”, “nos vamos a casa”, etc.; y ellos suelen responder de manera negativa o sin dejar de hacer lo que les ocupaba en ese momento. Ante estas situaciones propongo dos alternativas: la prevención (cómo hacer para que esto no se produzca) y la intervención (qué hacer una vez nos hayan dado la negativa).
LA PREVENCIÓN
Qué no hacer
La primera idea que quiero trasmitir en cuanto a la prevención es que si ya hemos utilizado el recurso de darle la orden y no funciona, debemos a cambiarlo. No vamos a insistir e insistir en algo que finalmente se convierte en una lucha diaria. Es decir, no vamos a repetir todos los días algo que sabemos no tiene éxito.
En lo que tampoco hemos de caer es en la amenaza continua: “si no vienes a cenar ya, luego no ves los dibujos”, “si no te vas a dormir, mañana no vamos al parque”, etc.; ya que lo que queremos es que la norma se acepte y se integre, no que se odie.
No vamos a advertir con cosas que no podemos cumplir ya que de esta forma perdemos autoridad ante ellos: “ponte el abrigo que si no me voy a ir sin ti”; ya que ellos saben que luego no nos vamos. Si advertimos con algo lo tenemos que poder cumplir rigurosamente.
Qué hacer
Si nos ponemos en la tesitura de que nuestros hijos no nos suelen hacer caso en situaciones concretas como las que he comentado con anterioridad, entonces tenemos que anticiparnos de tal forma que sepamos que se va a incrementar la probabilidad de que lo haga la próxima vez. Por tanto, nos inventaremos diferentes formas a través del juego para que lo hagan. Estas son algunas ideas:
- Hacer la tarea (por ejemplo, lavarse los dientes) con los ojos cerrados, guiñando un ojo, a la pata coja, etc.
- Poner una canción para hacer la tarea (por ejemplo, vestirse, recoger los juguetes) y tener que realizarla antes de que acabe.
- Utilizar el cesto de la ropa sucia como una canasta.
- Decir que cada día está prohibido empezar a cenar si no se ha bailado una canción antes.
- Uno no se puede levantar de la mesa hasta que mamá o papá saque un pañuelo de un color diferente o diga unas palabras mágicas.
- Para cruzar la calle, si no nos quieren dar la mano, podemos decir que cada día somos un animal diferente y tenemos que cruzar como tal.
- Esconderle la ropa que se tienen que poner cada día en un sitio diferente de la casa para que tengan que buscarla.
- Tener que hacer la tarea o los deberes cada día en un sitio diferente de la casa como debajo de una mesa o con la luz apagada y una linterna.
- Durante el tiempo que tardemos en hacer la mochila o preparar la ropa del día siguiente no podemos dejar de hablar ni un segundo.
INTERVENCIÓN
Ahora bien, acabamos de ver el antes, pero ¿qué hacemos si hemos dado ya una orden a nuestro hijo y no obedece?
Qué no hacer
- Insistirle numerosas veces, porque de esta forma él aprende a venir a cenar a la tercera vez en lugar de la primera.
- No hacerlo por la fuerza. Es muy tentador que si está en el parque y no se quiere bajar del columpio le cojamos en brazos y le llevemos a casa. En ese momento, a corto plazo, vamos a conseguir lo que queremos pero al día siguiente y por tanto a largo plazo, no va a haber adquirido el aprendizaje de aceptar cuando decimos que nos tenemos que ir a casa.
Qué hacer
- En general, rebajar tanto la frecuencia como la intensidad de las órdenes e instrucciones.
- Volver al cabo de unos minutos con otra táctica diferente.
- Anticiparle algo en positivo que va a pasar después: “Ahora, cuando nos vayamos y con lo bien que lo vas a hacer, nos vamos a comer un trozo de chocolate en casa”.
- Avisarle una única vez de las consecuencias previamente acordadas (del cumplimiento y no cumplimiento).
- En caso de que no lo haga, dejar de hacer la actividad que realizaba y no iniciar otra actividad hasta que haya cumplido la orden.
- Limitarnos a una sola instrucción: “recoge los juguetes” en vez de “recoge los juguetes, metete a la ducha y ponte el pijama”.
- Ser claros y específicos: “cepíllate los dientes y péinate” en vez de “arréglate”.
- Extinguimos/no hacemos caso a su protesta.
Estos pequeños cambios, manteniendo siempre un ambiente de calma y control emocional, pueden funcionar, ya que rompemos la asociación de imposición-oposición. De lo que se trata es que ellos acaben haciendo lo que nosotros queremos “sin que se note”. En el momento en el que ellos lo ejecuten adecuadamente es muy importante reforzarles/premiarles, de tal forma que si lo repetimos un número necesario de veces y lo asociamos al refuerzo, su obediencia y nueva actitud perdurarán en el tiempo.
Graduada en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid. Máster en Psicología General Sanitaria (Universidad Pontificia de Comillas). Máster en Terapia Cognitivo-Conductual con niños y adolescentes (Universidad Pontificia de Comillas).