Ser capaces de afrontar las conductas agresivas de nuestros hijos no es nada fácil. Cuando hablamos de agresividad nos referimos a un estado emocional en el que se siente ira y hay una intencionalidad de dañar, ya sea psicológicamente o físicamente, a algo o alguien.
La agresividad tiene determinados componentes fisiológicos como el aumento del tono muscular, la sensación de calor (dilatación de los vasos sanguíneos periféricos) y el aumento de la tensión arterial, el ritmo respiratorio y la frecuencia cardiaca.
Algunas ideas clave
- La agresividad está acompañada de ansiedad.
- Este comportamiento es relativamente frecuente en la infancia y depende de cómo lo gestione el niño y la familia, será algo pasajero o se perpetuará en el tiempo.
- El niño con conductas agresivas ha aprendido a conseguir lo que desea a través del enfrentamiento y la desobediencia.
- Si el niño tiene ese comportamiento es que no ha aprendido a controlar. Nosotros tenemos el control para cambiar sus conductas.
- Los estados emocionales son súper contagiosos. Tienen que ver serenidad y control en nosotros. Para cuidar, tenemos que cuidarnos.
- Hay que tener siempre presente el no favorecer la agresión y que no se repita una dinámica que sabemos que no sirve de nada.
DEMANDA AL NIÑO —- EL NIÑO NO OBEDECE —- EL PADRE GRITA —- EL NIÑO NO OBEDECE Y GRITA
20 puntos a tener en cuenta para afrontar la agresividad en nuestros hijos pequeños
- Si en su proceso de desarrollo y aprendizaje ve que sus comportamientos agresivos se ven recompensados (consigue lo que quiere, atención, gana respeto o genera miedo…) la probabilidad de que aumente este tipo de comportamiento es mayor. Si por el contrario, este comportamiento no le sirve y/o es castigado; y, a su vez, se le refuerzan comportamientos incompatibles a la agresividad, no le compensará actuar de manera agresiva.
- No intentar razonar cuando estén enfadados, se podrá retomar en otro momento. “Veo que estás enfadado/frustrado. Cuando estés más calmado, vengo”.
- No añadir más importancia a las situaciones de irritación.
- Ayudarle a solucionar los problemas/contratiempos. Una anticipación en estas situaciones puede prevenir algunos conflictos.
- Estar al tanto del contenido que puedan aprender en otros contextos, medios de comunicación, colegio, etc.
- Hay que darle la opción de hacerlo de otra manera. Si le castigamos una conducta pero no le damos una alternativa, no sabrá cómo hacerlo bien.
- En un tira y afloja, en determinadas situaciones resulta inevitable aflojar.
- Sutiles indiferencias, no librar (algunas) batallas puede solucionar muchas situaciones.
- No puede/debe conseguir nada mediante la rabieta/enfado/frustración.
- Mantener en casa un clima de comunicación positiva: cambiar el chip en cuanto a las discusiones, regañinas y castigos. Es diferente decir: “si no haces la cama, no vamos a bajar al parque” a “cuando hagamos la cama, bajaremos al parque”.
- Buscar soluciones y no culpables. También en las peleas entre hermanos “Quién ha empezado, quién ha dicho qué…” à “¿Cómo lo solucionamos?”
- Muchas veces los niños entran en una actitud provocadora cuyo objetivo es llamar nuestra atención y desafiarnos. Si entramos a ello, habrán conseguido su objetivo y la siguiente vez, repetirán lo mismo.
- No entrar en procesos de escalada con ellos. Si el niño se muestra agresivo no hay que caer en la tentación de imponernos nosotros también.
- Nunca utilizar la agresión física o verbal. La mayor parte del aprendizaje es observacional.
- Si vemos que nos vamos a alterar más de lo que nos gustaría, nos retiramos de la situación; cuando nos calmemos, retomamos. En estas situaciones de enfado es imprescindible mantener el control emocional.
- Motivarle al cambio. Anticipar qué va a conseguir por hacerlo bien. Mostrarle nuestra confianza y afecto.
- Congruencia parental. No puede haber un mismo comportamiento que se castigue, se ignore y/o se refuerce. Un progenitor no puede imponer consecuencias y el otro, incumplirlas.
- Consistencia parental. Hay que repetirlo a lo largo del tiempo para que funcione.
- Diferenciar unos comportamientos de otros. Muchas veces, nos cuesta reconocer que ha recogido su cuarto cuando ha molestado a sus hermanos, no ha estudiado o ha saltado encima de los sofás. Si ha tenido un buen comportamiento en una situación determinada o ha hecho algún quehacer, la agresividad no lo borra.
- Utilización del refuerzo. Esta estrategia es sencilla y muy efectiva: reforzar positivamente lo que queremos perpetuar.
Directora del Centro. Licenciada en Psicología.
Máster en Psicología Clínica Infanto-Juvenil y Familiar (Grupo Luria) y Especialista en Estimulación Precoz y Atención Temprana (ACIT). Experto en Medicina Psicosomática y Psicología de la Salud por la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia (Universidad San Jorge, Zaragoza). Terapeuta EMDR NI adultos y niños y adolescentes (Instituto Español EMDR, acreditada por EMDR Europe). Experto en Mindfulness para la intervención clínica y social (COP Madrid, 2018). Especialista en ACT en infancia y adolescencia (MICPSY, 2021)