Vamos avanzando en las fases de la desescalada y resulta que, mientras a tu alrededor todos parecen estar locos por salir, a ti no te apetece demasiado. O no te apetece nada. “Claro, te da miedo, es comprensible, le pasa a mucha gente”, te dicen tus familiares y amigos. Y asientes, sin mucho convencimiento. Porque no, no tienes miedo al contagio. Es que en casa has estado bien. Muy bien, incluso, pero cualquiera lo dice en voz alta… menudo bicho raro.
Los medios de comunicación hablan de síndrome de la cabaña. ¡Qué manía con hacer una patología de todo lo que nos pasa! Si padecemos un síndrome, es que estamos enfermos. Y no es el caso. Simplemente reaccionamos de una manera determinada a las extrañísimas circunstancias que todos hemos vivido. Así que, tranquilo, no tienes síndrome de la cabaña porque eso no existe. Dejémoslo en que no te apetece salir y retomar la normalidad.
Esta crisis del coronavirus ha sido (aún está siendo) terrible para mucha gente: por supuesto, para los enfermos y fallecidos, para sus familiares, para aquellos que han perdido su medio de subsistencia, o para quienes han estado volcados en tratar de salvar el mayor número posible de vidas, con lo que conlleva de estrés y trauma…
También ha sido complicado para muchos adaptarse al teletrabajo y a la teleeducación, no digamos si ha habido que conjugar ambas. Han surgido situaciones de convivencia o laborales complicadas y estresantes. Sí, ha sido, está siendo, muy duro para muchos. Y aún nos queda.
Pero también ha habido gente (mucha) que no lo ha pasado tan mal. Muchos afortunados a los que el coronavirus ha pillado de perfil y no les ha tocado de pleno. En muchos hogares se ha convivido más y mejor de lo que es habitual, se ha podido conjugar el teletrabajo con una vida de familia más intensa, que ha resultado gratificante. Paradójicamente, hay quien no sólo ha mantenido el contacto con sus amigos (ya, la videoconferencia no es lo mismo), sino que ha retomado amistades que andaban un poco de capa caída. Quizá también ha habido más tiempo disponible para actividades de ocio casero (ese tiempo que nunca tenías para leer, para ordenar la fotos familiares, para volver a pintar, momentos en los que —todo un lujo—has podido elegir lo que te apetecía hacer….). Actividades a las que, a veces, ni siquiera en vacaciones les dedicamos el tiempo que nos gustaría, porque entonces toca salir y entrar, hacer turismo, etc. Por no hablar de la cantidad de gente que ha comido mejor y ha hecho más ejercicio durante el confinamiento que en los últimos tres años juntos.
Por supuesto, hemos estado muy preocupados, angustiados por las noticias y la incertidumbre. Y seguimos preocupados por el futuro. Pero ahora que parece que la luz asoma al final del túnel, resulta que no te apetece salir. Y, aunque sabes que el virus dichoso sigue ahí, no es miedo al contagio lo que tienes. Sencillamente, no quieres volver a tu normalidad.
Y ahí es donde toca comenzar la reflexión. Sería un error dejarlo pasar sin más. ¿No dicen que crisis en chino se traduce como oportunidad? Pues aprovecha para contemplar tu vida cotidiana y averiguar qué es lo que no te gusta, qué hace que te dé una inmensa pereza volver. ¿No quieres volver a las prisas, a no tener tiempo para nada? ¿Es tu trabajo el que no te gusta? ¿Tu vida social? ¿La relación que tienes con tu familia cuando cada cual está inmerso en sus tareas?
Averigua qué pasa. Y, desde ahí, cambia lo que puedas cambiar (obviamente, no será todo). Construye tu particular nueva normalidad. Y trabaja la aceptación (que no es lo mismo que resignación) de lo que es como es y no hay forma de cambiar, de manera que no te robe la alegría. Busca ayuda si la necesitas, que para eso estamos.
Directora del Centro. Licenciada en Psicología.
Máster en Psicología Clínica Infanto-Juvenil y Familiar (Grupo Luria) y Especialista en Estimulación Precoz y Atención Temprana (ACIT). Experto en Medicina Psicosomática y Psicología de la Salud por la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia (Universidad San Jorge, Zaragoza). Terapeuta EMDR NI adultos y niños y adolescentes (Instituto Español EMDR, acreditada por EMDR Europe). Experto en Mindfulness para la intervención clínica y social (COP Madrid, 2018). Especialista en ACT en infancia y adolescencia (MICPSY, 2021)