Un elevado porcentaje de pacientes que atiendo en consulta utilizan erróneamente los conceptos de aceptación y resignación, llevándoles a actuaciones o modos de conducta totalmente antagónicos.
Decimos abiertamente “que lo tenemos superado, que ya hemos aceptado la situación que vivimos” cuando realmente nuestra conducta demuestra que nos estamos resignando a la misma. Pero entonces, ¿cómo podemos saber qué es lo que estamos haciendo y, sobre todo, qué es lo más útil? Analizar qué es esto de la aceptación y si tiene que ver con la resignación nos va a ayudar a vivir y alcanzar una estabilidad emocional que todos buscamos.
Aunque pueda parecerlo, aceptación y resignación no son primas hermanas; son actitudes completamente opuestas.
Cuando nos resignamos, esperamos que sea la situación o los protagonistas de la misma quienes cambien o desaparezcan, esperamos que sea de otra manera a cómo es en la realidad. En un inicio, incluso, nos esforzamos en cambiarla, pero nos damos continuos cabezazos contra la pared cuando vemos que ésta no se modifica. Si no se produce el cambio, estamos vendidos. Gastamos todas nuestras energías en algo que no depende de nosotros y, en definitiva, no paramos de sufrir.
Cuando uno se resigna, se queda anclado a todo aquello que no puede hacer, a todo aquello que carece de su control, rozando con las manos un sentimiento claro de indefensión. Nos decimos cosas como: “No puedo hacer nada”, “para que voy a intentar algo, no tiene sentido”, ”hasta que esto no cambie, yo estoy perdido”, “cuando se me vayan estos pensamientos, podré avanzar, hasta que esto no ocurra, no puedo hacer nada”…
Sin embargo, cuando decidimos “aceptar” lo que ocurre, estamos asumiendo la realidad sin pretender cambiarla. Nos centramos en lo que sí podemos hacer y dibujamos otras opciones que nos hacen caminar por un sendero que no conduce, o al menos, no alimenta nuestro sufrimiento. A pesar del malestar que genera la situación, la aceptación implica cambio personal (no externo) y por tanto un rol activo, abandonando la lucha constante contra nuestros pensamientos y sensaciones o aspectos externos a nosotros.
Nos colocamos en el andén del avance, de la dirección y crecimiento, en lugar del andén del bloqueo o victimización.
Quien se resigna, tira la toalla en todos los sentidos: se estanca, no avanza. Quien acepta la situación, trata de salir airoso de la misma, se pone en funcionamiento y se compromete con ello.
Ahora bien, hacer esto no resulta fácil. La mayoría de las veces llegamos a consulta demandando estrategias o herramientas que eliminen nuestro malestar y por tanto, que cambien nuestra situación, cuando verdaderamente lo que necesitamos es un enfoque de aceptación y compromiso. Entendemos que solo podremos estar bien si determinados aspectos que nos rodean desaparecen o cambian en nuestra vida. Sin embargo, eso no es así. Tratar de luchar y eliminar los pensamientos, sensaciones y emociones desagradables que nos llegan, no parece la solución sino el problema.
Se trata de abrirse a la experiencia de los pensamientos, sentimientos y emociones sin necesidad de que desaparezcan. No se busca el cambio de los mismos sino la convivencia con ellos.
Por un momento, os propongo que penséis en vuestra mente como si fuese una radio que esta encendida las 24 horas y que, evidentemente no podemos apagar.
Tiene diferentes cadenas. Unas sentimos que son más agradables, nos trasmiten buenas noticias y nos dejan avanzar. Otras, por el contrario, nos dicen cosas que nos preocupan, nos inquietan e incluso nos asustan. Éstas últimas suelen ser las más llamativas, aparecen con mucha frecuencia y sentimos que tienen que desaparecer para poder avanzar.
Buscamos las mañas para hacer que cesen, tratamos de apagar la radio, de bajar el volumen, e incluso de romperla. Gastamos todos nuestros recursos (tiempo, energía…) en conseguirlo, pero no lo logramos. Y es que no está en nuestras manos, porque la radio (nuestra mente) no se puede apagar.
Si le hacemos caso todo el tiempo, podemos perder contacto con lo que está ocurriendo en nuestra vida y con lo que es importante para nosotros en cada momento. Nos centramos en luchar, en lugar de observar qué podemos hacer con ello. Cómo podemos convivir.
Y ésta parece la opción realista y útil: podemos recordar que es solo una radio y no tomar todo lo que dice tan seriamente. En ocasiones puede ser útil prestarle atención porque nos da información valiosa (nos dice si va a llover o no). Pero la radio no puede decirnos que es importante para nosotros ( si vale la pena salir a pesar de la lluvia).
Todos tenemos una radio, pero no somos la radio. Podemos dejar que decida por nosotros y resignarnos, o aceptar que va a estar presente y que somos nosotros quienes decidimos qué hacer mientras está ella.
¿Y tú, qué eliges? ¿Perder el tiempo y luchar contra aquello que no puedes eliminar o invertirlo en aquello que sí está en tus manos?
Referencias bibliográficas
- Wilson, Kelly G.; Luciano Soriano, M. Carmen. (2020). Terapia de aceptación y compromiso. Un tratamiento conductual orientado a los valores. Psicología Pirámide.
- Blackledge, John T. (2018). La defusión cognitiva en la práctica. Desclée de Brouwer.