En la vida, todos nos enfrentamos a situaciones difíciles, en algunos casos llegando a ser traumáticas. La pandemia de COVID-19 es un ejemplo palpable de esto, donde las experiencias varían enormemente: desde quienes pasaron por ella con relativa calma hasta aquellos que se enfrentaron a pérdidas devastadoras, incertidumbre económica y laboral, aislamiento social, etc. En este tipo de situaciones es muy frecuente escuchar frases del tipo de «lo que no te mata, te hace más fuerte», así como «si no hubieses pasado por eso, no serías quién eres ahora». Parece que estamos obligados a darle un sentido a las cosas negativas que nos ocurren, obtener un aprendizaje, salir fortalecidos, pero ¿qué hay de cierto en todo esto?
Cuando hablamos de salir “reforzado” de una situación adversa nos estamos refiriendo a “crecimiento post-traumático”. Esto se refiere a los cambios “positivos” que alguien experimenta a raíz de haber vivido una situación adversa o traumática. Ahora bien, es importante comprender que experimentar crecimiento post-traumático no significa estar mejor de lo que uno estaba previamente al trauma. Más bien, implica una reconstrucción de nuestras creencias fundamentales sobre nuestra fortaleza personal, nuestra vida, nuestras relaciones y nuestro propósito.
Por ejemplo, alguien que experimenta crecimiento post-traumático puede sentirse más conectado con sus seres queridos, apreciar más la vida en general, descubrir ser más fuerte y resolutivo de lo que pensaba originalmente, etc. No obstante, para llegar a este punto no nos olvidemos de que esa experiencia adversa ha tenido que ser lo suficientemente impactante como para tambalear nuestras creencias y pilares más básicos. Lo cual, por supuesto, tiene consecuencias nefastas sobre la salud mental.
Continuemos con la pandemia de la COVID-19 como ejemplo. El impacto que esta crisis sanitaria ha tenido sobre la salud mental ha sido devastador, aproximadamente un 25-41% de la población española ha experimentado síntomas relevantes de estrés post-traumático, ansiedad y depresión. Si nos centramos en personal sanitario, estos números son todavía más preocupantes, llegando a ascender al 73,6%. No obstante, también se ha encontrado que un porcentaje significativo de la población (alrededor del 20%) ha experimentado crecimiento post-traumático. Aquí tenemos nuestra primera respuesta a la pregunta: es verdad que uno puede salir fortalecido de algún modo de una experiencia adversa.
Ahora bien ¿fortalecidos de qué modo? podríamos pensar que aquellos que experimenten crecimiento y salgan fortalecidos se encontrarán mejor psicológicamente que los que no. Sin embargo, contrariamente, el tener peor salud mental como consecuencia de un evento traumático se relaciona con mayor crecimiento. Esto tiene sentido si recordamos que, para poder crecer, un evento tiene que afectarnos los suficiente. De este modo, aquellos que peor lo pasan (han sufrido pérdidas, presentan sintomatología más grave) son los que presentan crecimiento. Esta es la segunda respuesta a nuestra pregunta: aquellos que crecen a raíz de una experiencia traumática, no necesariamente están mejor que antes, de modo que ese “salir fortalecido” es relativo.
Esto nos puede hacer reflexionar sobre el valor del crecimiento en contraposición con el sufrimiento. Crecer no hace que merezca la pena el sufrimiento experimentado ni necesariamente lo alivia. Por lo que esperar que aquellos que sufren situaciones adversas salgan reforzados necesariamente puede ser una expectativa injusta. En este sentido, frases bienintencionadas como las mencionadas anteriormente («si no hubieses pasado por eso, no serías quién eres ahora», «fíjate en el lado positivo», etc.) le restan importancia a ese gran sufrimiento experimentado, pudiendo incluso evocar culpabilidad al no haber obtenido un aprendizaje significativo de dicha experiencia.
Dicho esto, a lo largo de la vida vamos a enfrentarnos a situaciones adversas y cuando esto es inevitable, el poder reconstruir nuestras creencias de forma positiva es importante. No obstante no porque vayamos a estar mejor, alivie nuestro sufrimiento o nos haga más fuertes, si no por el valor que tiene en sí mismo el crecimiento y el tener creencias positivas sobre uno mismo, los demás y el mundo.
¿Cómo podemos ayudar? En un momento de reconstrucción puede ser importante vivir experiencias que den lugar a creencias positivas. Por ejemplo, durante el confinamiento por la COVID-19 el participar en actividades sociales en redes sociales o en el aplauso colectivo a los sanitarios se relacionó con mayor crecimiento post-traumático, posiblemente sintiendo un vínculo más cercano con los demás. De este modo, todos podemos ayudar a crear un entorno que facilite una reconstrucción positiva.
Referencias
- Collazo-Castiñeira, P., Rodríguez-Rey, R., Garrido-Hernansaiz, H., & Collado, S. (2022).
Prediction of post-traumatic growth in the face of the COVID-19 crisis based on resilience, post-traumatic stress and social participation: A longitudinal study. Frontiers in Psychology, 13.
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https://doi.org/10.3389/fpsyg.2020.01540
Graduada en Psicología por la Universidad de Salamanca. Máster en Psicología General Sanitaria por la Universidad Pontificia Comillas.
Máster en Psicología General Sanitaria y Máster Propio en Especialización en Terapia Cognitivo-Conductual infantil.