Es sorprendente cómo el ser humano es capaz de llevar las cosas al extremo. En la era de la inmediatez en qué vivimos inmersos hemos pasado del bonito carpe diem, estudiado desde el colegio como la capacidad de vivir el momento, aprovecharlo debido a la fugacidad del tiempo, a una necesidad imperiosa de sacarle rendimiento en todo momento. Alguno de nosotros se encuentra viviendo en la tiranía de la productividad y eficiencia. De hecho, esto es tan habitual que se le ha acuñado el término Cronopatía. Vivimos en una cultura que idealiza la disciplina sin descanso.
En el momento en que me puse a buscar información para escribir este texto me abrumó la cantidad de artículos y anuncios que te daban claves para poder explotar el tiempo al máximo. De todo ello me surge la pregunta ¿Para qué? ¿Cuál es la necesidad o miedo detrás de esta nueva imposición? Creo que al inicio caemos en ello porque el ser productivo nos lleva a sentirnos bien con nosotros mismos, sentirnos realizados y que no hemos desaprovechado el tiempo. La sociedad lo refuerza y lo promueve. Existen millones de videos de bath cooking (dedicar una tarde entera a cocinar diferentes ingredientes para el resto de la semana tenerlo hecho y no perder el tiempo), de agrupa las tareas similares, videos de “acompáñame en todo lo que hago en un día” expuesto como si todo ello no requiriese tiempo y esfuerzo, generando una sensación de autorrealización y felicidad constantes.
La realidad es que todo ello acaba generando una sensación de estrés, ansiedad e inutilidad si no lo consigues hacer tal y como se muestra en esos vídeos o como te lo habías planificado. Las consecuencias de este nuevo problema social son la dificultad para desconectar y descansar, vivir en un estado de alarma y sentimientos de culpa que afectan a nuestra autoestima y nos hacen normalizar la hiper-exigencia. Nos hace desconectarnos de nuestras propias emociones y nos instala en el piloto automático, por lo que acabamos por no ser conscientes de nuestro estado emocional, psicológico y físico y, en consecuencia, desatendiendo necesidades de autocuidado.
Imagino que ahora os preguntaréis ¿Qué podemos hacer para no caer en esta espiral? Los consejos que os dejamos son los siguientes:
- No sobrecargarse la agenda diaria. El hecho de tener muchas actividades y responsabilidades no nos hace más eficientes, sino más ocupados
- Evitar la planificación excesiva. No hace falta tener planificado cada segundo del día
- Dedicar tiempo a lo que te agrada
- Centrarse en el proceso. ¿Hago esta tarea de manera consciente o en piloto automático para hacer check?
- Romper con la rutina
- Reducción del uso de pantallas
Se trata de buscar el equilibrio, la constancia desde la flexibilidad, la responsabilidad sin hiper-exigencia, el disfrutar sin culpa. Y tú, ¿te sientes también atrapado en la hiper-funcionalidad?

Graduada en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid. Máster en Psicología General Sanitaria por la Universidad Pontifica de Comillas, especialista en Psicología de emergencias, catástrofes y pérdidas personales y especialista universitario en intervención en trauma.