La amistad es un alma que habita en dos cuerpos, un corazón que habita en dos almas» (Aristóteles)
La palabra “amistad” describe un amplio rango de relaciones. Las amistades varían en objetivo, intimidad, duración, estilo, y parece que una simple lista de atributos no puede captar adecuadamente el espíritu de las distintas formas que la amistad puede tomar.
Se han identificado los siguientes términos como los que con más frecuencia se asocian al concepto amistad: relación voluntaria, íntima, confianza, respeto, apoyo, generosidad, no romántica, lealtad, aceptación, cuidado, gusto y confidencia. Los que algunos autores señalan como más importantes son: cantidad de ayuda o apoyo en la relación, niveles de auto-revelación, sociabilidad, y compartir intereses y actividades de forma consistente.
Los amigos son una fuente importante de identidad, son los que saben “quiénes somos realmente” y nos aceptan tal cual. También nos hacen la vida más agradable y más fácil: comparten nuestros intereses e ideas, nos ayudan tanto con las cuestiones de la vida, como con los momentos de grandes crisis existenciales.
Hay tres funciones principales de la amistad:
- Intimidad: compartir secretos, ayudar o ser ayudado en las dificultades personales, sensación de tener un confidente
- Estatus: hace referencia a la función de la amistad para la formación de la propia identidad (en la adolescencia esta función es más importante), o para el reconocimiento de los otros (sobre todo tras la jubilación en las mujeres, que suelen interactuar más con sus amistades una vez jubiladas).
- Poder. Se refiere a la habilidad para influir o controlar la conducta de otra persona; esta necesidad decrece conforme la persona va madurando y creciendo.
Temas de discusión acerca de la amistad
El supuesto carácter voluntario o intencional de la amistad.
Desde las reflexiones de los antiguos griegos se ha asumido que la amistad se derivaba de una elección voluntaria o intencionada basada en valores e intereses comunes (“los amigos se eligen, a la familia no”). Sin embargo las amistades, por muy mágicas, específicas, particulares y personales que parezcan, se forman en contextos sociales y están sujetas a normas y modelos sociales. Como mínimo, es necesario estar en el mismo sitio al mismo tiempo, haciendo algo que permita una interacción mínima en un momento dado, para poder conocer a alguien, descubrir que nos cae bien y hacernos amigos. Por lo tanto, para la formación de relaciones de amistad existe una estructura de oportunidades ligada a aspectos puramente geográficos (dónde pasamos nuestro tiempo), pero también de interdependencia funcional en focos de actividad (qué hacemos y qué interacciones permite la actividad.
Algunos estudios muestran que muchas elecciones no son intencionales o controlables, sino influenciadas por factores superficiales, situaciones y automáticos. El famoso actor Peter Ustinov (1979): “al contrario de la creencia general, yo no creo que los amigos son necesariamente la gente que más te gusta, es simplemente la gente que estuvo allí antes”. Existen también importantes factores superficiales, como el coincidir físicamente sentados en el mismo sitio de la clase. Se puede, por tanto, llegar a tener amigos “por casualidad”.
La supuesta preferencia por la similitud.
A partir del momento en que existe la posibilidad de interacción, en general parece que las personas prefieren hacerse amigos de personas similares a ellos. Así, con más frecuencia elegimos amigos del mismo género, iguales valores, actitudes y características sociales. De esta forma nosotros confirmamos la idea que tenemos de nosotros mismos, y ellos nos procuran más apoyo emocional y menos críticas.
Sin embargo hay también argumentos para defender la complementariedad entre los amigos. Durkheim concluye que “buscamos en nuestros amigos las cualidades que nos faltan, puesto que al reunirnos con ellos, participamos en cierta medida de su naturaleza y nos sentimos menos incompletos” (1893, pp.55-6).
La reciprocidad como factor común en las relaciones de amistad:
Uno apoya al otro y a su vez recibe apoyo por su parte. Esta idea de dar y tomar, de mutualidad, es descrita de distinta manera en diferentes edades y se manifiesta en diferentes comportamientos; los intercambios que tienen lugar entre amigos varían mucho con la edad, de acuerdo con las distintas necesidades o retos que afrontan las personas en los distintos momentos vitales.
Diferencias de género en la amistad.
Aunque algunos estudios apoyan el estereotipo de que las mujeres tienen relaciones más íntimas y satisfactorias que los hombres, o que discuten explícitamente el nivel de cercanía de sus relaciones, hay otros estudios que no confirman estos resultados.
La amistad como factor de protección ante el estrés
El estrés es el resultado de la interacción entre las características de la persona y las demandas del medio, o lo que es lo mismo: de las discrepancias entre las demandas del medio, externo e interno, y la manera en que el sujeto percibe que puede dar respuesta a esas demandas. Una persona está en una situación estresante o bajo un estresor cuando ha de hacer frente a situaciones que conllevan demandas que le resulta difícil satisfacer. Un organismo se hace más vulnerable a las enfermedades cuando ese equilibrio se altera y, sobre todo, cuando permanece crónicamente alterado. Nosotros vamos a adoptar una definición multifactorial del estrés (Carrobles, 1996): el estrés es un estado de sobreactivación sostenido experimentado por una persona ante distintas situaciones consideradas o evaluadas como excesivas o amenazantes, y que ocurren bajo condiciones de escasos recursos o habilidades de solución o control y de escaso apoyo social por parte del sujeto.
Por otro lado, se entiende por factor de protección un atributo y/o característica individual, condición situacional y/o contexto ambiental que disminuye la probabilidad de aparición del trastorno o problema que se está estudiando, en comparación con una muestra al azar de sujetos de la población general.
El apoyo social ejerce dos tipos de influencia protectora sobre el sujeto:
Por una parte ejerce un efecto beneficioso directo y primario sobre la salud y el bienestar, independientemente de los efectos del estrés, actuando como protector del individuo frente a los trastornos de salud, al potenciar preventivamente los propios recursos psicobiológicos de éste.
Tanto en la infancia y adolescencia como en la edad adulta, la gente con amigos tiene un mayor sentimiento de bienestar que la gente sin amigos.
En personas con enfermedades graves (cáncer, infarto de miocardio) se encuentra que las redes sociales están relacionadas con un incremento en la supervivencia, con el ajuste emocional y con la recuperación de las funciones físicas.
La relación con amigos cercanos y parientes tiene una importancia especial para las personas de mayor edad. El tamaño de la red social ha mostrado ser un buen predictor del bienestar psicológico, satisfacción vital y ausencia de síntomas psicosomáticos entre personas de mediana edad y ancianos.
Por otra parte, la amistad ejerce un efecto positivo sobre el estrés, moderando o suprimiendo éste, y potenciando la adaptación y el manejo del estrés por parte del sujeto. Este segundo efecto es el que tiene un mayor apoyo experimental.(Carrobles, 1996).
Por ejemplo, en el estudio de Achat, Kawachi, Levins, Berkey, Coakley y Colditz (1998) estudiaron la relación entre apoyo social y estrés en mujeres (edad media 58 años, es decir, la población de mayor riesgo para problemas emocionales y de ansiedad según las estadísticas). Los resultados mostraron que entre las mujeres que informaban de un alto nivel de estrés, aquellas socialmente aisladas puntuaban menos en la escala de salud mental que aquellas socialmente integradas, siendo esta diferencia especialmente importante en el nivel más alto de estrés y en los casos de estrés crónico más que en los de estrés agudo.
Otros estudios encuentran que el apoyo social procedente tanto de familiares como de amigos influye en la reducción de síntomas depresivos, en la ansiedad y el estrés que manifestaban las mujeres seropositivas.
En mujeres con cáncer de mama se han encontrado correlaciones significativas entre la presencia de apoyo social y la satisfacción con el equipo médico que les trata, así como con la actitud más activa y participativa en el tratamiento.
Sobre la forma en que el apoyo social y la amistad influyen en el estrés, se pueden hipotetizar algunos mecanismos de actuación:
- Algunos estudios de laboratorio han encontrado que el apoyo durante una tarea estresante hace disminuir la tasa cardiaca y la presión sanguínea. Cuando la amistad es positiva, se detectaron menores incrementos de CO, sobre todo al recibir apoyo emocional. El apoyo instrumental no mostraba reducción en la reactividad cardiovascular (los autores sugieren que quizás se interpreta como un mensaje de que uno no es capaz de manejar la tarea).
- La presencia de contactos sociales puede mejorar las estrategias de afrontamiento de la persona
- También es posible que contribuya a incrementar la sensación de control sobre las situaciones o la sensación de estar siendo ayudado y de disponer, por tanto, de más recursos.
- Por último, la disminución del nivel de estrés lleva consigo una mejoría en el funcionamiento del sistema inmunológico del sujeto, que a su vez supone una mejoría en el estado de salud general del mismo.
La amistad como factor de riesgo ante el estrés
Se entiende por factor de riesgo aquella variable (un atributo y/o característica individual, condición situacional y/o contexto ambiental) cuya presencia incrementa la probabilidad de aparición del trastorno o problema que se está estudiando, en comparación con una muestra al azar de sujetos de la población general. Es, lógicamente, la definición complementaria de factor de protección.
Los estresores pueden ser físicos, psicológicos o sociales. Entre estos se encuentran algunos tipos de relaciones de amistad.
La amistad puede también actuar como factor de riesgo para problemas relacionados con el estrés. ¿Cómo?
Por ausencia o limitación:
La escasez de relaciones sociales incrementa la probabilidad de mortalidad por trastornos cardiovasculares, accidentes o suicidio y se ha relacionado con un peor funcionamiento del sistema inmunológico, neuroendocrino y cardiovascular.
Según los estudios, las personas que no veían a sus amigos nunca o casi nunca mostraban una menor calidad de vida y salud en general independientemente de las variables sociodemográficas o de su estilo de vida, e independientemente también de sus enfermedades crónicas., e independientemente del sexo de los sujetos. Estos efectos se encontraban entre aquellos con poco contacto social con familiares y amigos, y no, sin embargo, entre aquellas personas que vivían solas o que no estaban casadas.
En el estudio de Hinyikka et al (2000) no se encontraron diferencias entre hombres y mujeres con cuatro amigos o menos: Los que tenían sólo un amigo (3%) sufrían problemas mentales más frecuentemente que otros hombres y mujeres. Los que no tenían amigos (3%) eran más mayores que los que sí y tampoco recibían apoyo de familiares, compañeros de trabajo o otras relaciones.
La falta de amigos se encuentra con más frecuencia entre la gente que busca ayuda para problemas emocionales y conductuales que entre las personas más adaptadas (aunque estos resultados pueden ser interpretados en sentido contrario: el equilibrio emocional puede facilitar, además de la salud, las relaciones de amistad, y no necesariamente al contrario).
La soledad es el principal factor de riesgo para la depresión en la vejez; los autores identifican como el mayor grupo de riesgo a los varones ancianos que no tienen amigos.
Por la naturaleza disfuncional o conflictiva de algunas relaciones sociales:
Aunque la amistad es normalmente una experiencia positiva y placentera, los amigos también tiene el poder de provocar más emociones negativas (como enfado) que otras personas, y soportan un mayor nivel de ambigüedad (no se sabe cuándo empieza exactamente o cuándo termina) Puede encontrarse en algunas relaciones de amistad un exceso de demandas o de críticas, y algunos estudios señalan que los contactos sociales están relacionados con una mayor exposición a las peleas, al estrés o a la baja autoestima.
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