Creo que en estos días, dadas las alarmantes noticias ante una enfermedad como el Ébola, seria especialmente importante dedicar unas líneas a las emociones que muchos estamos experimentando.
Cuando nos enfrentamos a una situación que nos desborda, es difícil no dejarnos llevar por la imaginación y recordar escenas similares de películas catastrofistas como Estallido o incluso versiones más retorcidas con el inicio de un apocalipsis zombie. Y no es raro, ya que por instinto de supervivencia y educación tendemos a imaginarnos lo peor.
Ya en el pasado hemos vivido situaciones similares con el SIDA, la gripe aviar, las vacas locas… detrás de las que invariablemente está nuestro miedo a la enfermedad, al sufrimiento e incluso a la muerte; el problema es que entramos en estados de pánico que nos bloquean y nos impiden continuar adelante, lo que nos lleva a actuar de forma irracional porque no sabemos qué hacer ante una situación incontrolable como esta. Entonces se activan todas nuestras alarmas y tratamos a toda costa de recuperar la sensación de control que hemos perdido.
Es difícil en un breve artículo tratar de dar grandes claves que nos ayuden a afrontar una situación de este tipo, pero aunque pequeñas, nos gustaría aportar algunas:
En primer lugar es importante tratar de controlar nuestra sensación de pánico. Como he dicho antes es una forma habitual de actuar: pensar en lo peor. Pero que sea así no significa que no podamos sobreponernos a ella. Párate, respira y recuerda que tenemos tiempo para buscar una solución o saber realmente que está pasando.
Hay que mantener una actitud crítica ante la información. Las noticias alarmantes, o desde el miedo, se transmiten con más rapidez. La información más meditada y profunda tarda en llegar o en ocasiones, si no nos interesamos, ni siquiera está a nuestro alcance. Es importante averiguar primero todo lo que podamos sobre lo que está pasando y cual es el verdadero riesgo que supone en este momento: Lo desconocido genera miedo. Cuanto más conocemos algo mejor podemos ver el mejor camino para afrontarlo.
Una vez valorado con calma es el momento de tomar medidas, en caso de ser necesario, pero siempre siendo conscientes de que realmente constituye un verdadero riesgo para mí y no me estoy dejando llevar por el pánico.
Recordemos los inicios del VIH, cuando las reacciones de temor/terror llevaron a la sociedad a marginar a los enfermos, drogodependientes y homosexuales. Todo era contagioso con ellos y suponían un peligro. Sólo mas adelante pudimos conocer el verdadero riesgo de contagio y el peligro de la enfermedad. Si hubiésemos sido capaces de controlar nuestro miedo aprovechándolo para conocer más, podríamos habernos ahorrado mucho sufrimiento propio y ajeno.
Y finalmente, como dice aquel proverbio chino:
“Si algo tiene solución,
¿Por qué preocuparse?
Y si no la tiene…
¿Por qué preocuparse?”
Licenciado en Psicología.
Master en Psicología Clínica y de la Salud por la Universidad Complutense de Madrid. Psicólogo colaborador de la Clínica Universitaria de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid