Ser capaces de regular nuestras emociones es una habilidad esencial en la vida. Cuando hablamos de regulación emocional nos referimos a la capacidad aprendida de evaluar y modular la expresión de nuestras emociones de manera que resulten eficaces y adaptadas en función de nuestros objetivos y de las circunstancias del momento. Especialmente, aprendemos a controlar la intensidad con la que las manifestamos y su duración.
Partamos de la base de que controlar una emoción nunca es bloquearla. No se trata de eliminar el malestar, sino de saber manejarlo de forma que podamos mantener nuestra capacidad de razonar y no sea la emoción la que nos maneje a nosotros, que dejaríamos entonces de ser dueños de nuestra conducta.
Desde luego, hay niños más reactivos que otros. Es una cuestión de temperamento. También, por ejemplo, de sensibilidad a determinados factores ambientales que pueden hacer que los niños (y los adultos, no nos engañemos) se descontrolen con mayor facilidad (hambre, ruido excesivo, sueño, actividades excitantes…). Pero todos, seamos más o menos reactivos y sensibles, debemos aprender a controlar nuestras emociones (especialmente las negativas, aunque también el descontrol del entusiasmo, por ejemplo, puede traer problemas).
LAS 8 COSAS QUE TÚ PUEDES HACER:
- Sé un buen modelo. Controla adecuadamente tus emociones. Tus hijos aprenden por observación. Habla de tus propios sentimientos. Nuestras neuronas espejo, responsables de las conductas de imitación, son el mecanismo esencial para comprender las intenciones de otros, y, por ende, para capacitarnos para la vida social.
- Enséñale a esperar, a demorar las recompensas. Le será más fácil tolerar las contrariedades.
- Acostúmbrale a poner nombres a las emociones. El primer paso para controlarlas es conocerlas.
- Ayúdale a aceptarlas. Las emociones, en sí, nunca son malas. Sólo puede estar mal lo que éstas nos empujen a hacer, porque las emociones no las eliges, las acciones sí. Si es mayorcito, explícale que lo que sentimos no depende de lo que ocurre, sino de cómo lo interpretamos. Tal vez por ahí deba buscar la solución.
- Enséñale una secuencia útil: si la emoción en muy intensa, primero párate; luego piensa (qué pasa, qué siento, cómo lo puedo arreglar); y, por último, pon en práctica la solución. Si el niño es pequeño, puede ayudarle la imagen de los colores del semáforo, rojo, amarillo y verde.
- NUNCA te rías de sus emociones. Evita comentarios como “es que te pones tan gracioso cuando estás enfadado…”).
- No les quites importancia, evita los “¡bah, eso son tonterías!”.
- Si las emociones son muy intensas y se repiten con frecuencia (por ejemplo, se enfada tanto que pierde el control), acuerda con él qué se puede hacer. Puede estar bien preparar con él un lugar especial al que pueda ir para serenarse. Podéis decorarlo como prefiera, y tener allí objetos que le ayuden a calmarse (una cuerda para saltar, una botella de la calma -hecha con agua y purpurina para observar cómo se posa lentamente-, un almohadón para estrujar, plastilina o arena para manipular, algo para dibujar, lo necesario para hacer pompas de jabón….). También puede tener colgada en la pared una lista de recursos, que incluyan las cosas anteriores, pero también ideas como tumbarse con las manos en la tripa, contar o pedir un abrazo que le serene.
¿TAN IMPORTANTE ES PODER REGULAR NUESTRAS EMOCIONES?
Sí. Pensad en cómo son las relaciones sociales de alguien que no es capaz de controlarse. O en cómo puede alcanzar sus objetivos alguien incapaz de sobreponerse a las contrariedades, al aburrimiento, a la incertidumbre o a la supuesta incompetencia de sus compañeros de trabajo. Y pensad en el continuo malestar en el que viven este tipo de personas.
La capacidad de regular adecuadamente nuestras emociones potencia una serie de cualidades esenciales:
- Ayuda a controlar la impulsividad, impidiendo que actuemos por “ventoleras” emocionales y las consecuencias desagradables que ello pueda acarrear.
- Incrementa nuestra tolerancia a la frustración.
- Nos ayuda a ser perseverantes y a diferir las recompensas por nuestras acciones. Es decir, nos hace capaces de esforzarnos.
- En situaciones de conflicto ser capaces de autocontrolar nuestras emociones favorece llegar con más rapidez a la solución, con un coste emocional y un desgaste mucho menores.
- Como tónica general, en las personas autocontroladas predominan las emociones positivas, pues las negativas quedan acotadas y no tiñen el total de la existencia.
Y si, a pesar de todos, crees que el autocontrol es un problema para tu hijo, no dudes en buscar la ayuda de un profesional.
Directora del Centro. Licenciada en Psicología.
Máster en Psicología Clínica Infanto-Juvenil y Familiar (Grupo Luria) y Especialista en Estimulación Precoz y Atención Temprana (ACIT). Experto en Medicina Psicosomática y Psicología de la Salud por la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia (Universidad San Jorge, Zaragoza). Terapeuta EMDR NI adultos y niños y adolescentes (Instituto Español EMDR, acreditada por EMDR Europe). Experto en Mindfulness para la intervención clínica y social (COP Madrid, 2018). Especialista en ACT en infancia y adolescencia (MICPSY, 2021)