¿Cómo que las vacaciones se acaban? Si la mayoría no las hemos empezado… no fastidies.
No pretendo molestar, sólo constato un hecho irrefutable: las vacaciones son limitadas, no infinitas. Os preguntaréis a qué viene esta perogrullada.
Creo que todos hemos pasado por la experiencia de llegar al final del verano y “no haber hecho ni la mitad de lo que tenía pensado hacer”. Y es que el “esto lo dejo para el verano, que tendré más tiempo” a veces nos juega malas pasadas. Personalmente pienso que es parte del tan cacareado “estrés postvacacional”: ¿Cómo hacemos para no llegar al final del verano frustrados en lugar de descansados?
ESTRÉS VACACIONAL INEVITABLE
Hay una serie de estresores veraniegos que todos conocemos: los niños tienen todo el tiempo libre y ya no sabemos qué hacer para entretenerlos; la convivencia con los suegros, los padres, los cuñados, incluso con la pareja… no siempre es fácil, por decirlo suavemente; hace un calor a veces insoportable y en ocasiones eso nos altera; el apartamento ideal que habías alquilado no tiene nada que ver con lo previsto y puedes escuchar cómo los vecinos juegan al tute mientras tú pretendes dormir la siesta… y así, mil cosas.
Frente a estas situaciones, sólo cabe contar con ellas de antemano, armarse de paciencia y tomárselo con el mejor humor posible. Eso daría para otro artículo, pero se sale del asunto que hoy tenemos entre manos.
VOY A APROVECHAR EL VERANO PARA…
Y en los puntos suspensivos, poned cada uno lo que queráis: leer los 20 libros que tengo en la lista, organizar las fotos familiares desde el año 2000, cocinar las recetas que quedan pendientes cuando las prisas nos abocan de forma inevitable al filete de pollo a la plancha, hacer ese curso online que pagué en febrero y al que ni siquiera he entrado todavía, ver series en inglés para practicar, aprender a hacer caligrafía bonita o a programar un robot, nadar no menos de 45 minutos al día, además de dar largos paseos y, este año sí, ponerme moreno de verdad.
Sí, lo hacemos todos. Lo hacemos durante todo el año, dedicamos once meses a dejar cosas para el mes (si llega) de vacaciones. Y está muy bien. De verdad, es estupendo tener ilusión por hacer cosas. Ojalá nunca nos falte.
El problema está en que habitualmente no medimos. Si sumamos todas las horas que necesitaríamos para hacer todo lo que tenemos pendiente, por mucho que nos apetezca, nos daremos cuenta de que es imposible. Y, claro, cuando toca volver al trabajo añadimos a la lógica pereza una cierta insatisfacción por unas vacaciones que no han dado de sí lo que esperábamos.
“TE PONES A NO HACER NADA Y ES UN NO PARAR”
El lujazo de las vacaciones consiste en poder hacer lo que te apetece más a menudo de lo habitual. Eso, por supuesto, incluye todas esas actividades pendientes a las que te gusta dedicar tu tiempo. Pero sin obsesionarse, o de otra forma todos esos planes dejarán de ser placenteros y pasarán a convertirse en obligaciones. Si hoy “tengo que” ver tres capítulos de una serie, me apetezca a no, en lugar de descansar nos estamos estresando. Empezamos a sentir que las demandas son superiores a nuestras posibilidades reales. Y ahí se acabó el descanso. Porque nadie descansa pensando que debería estar haciendo algo distinto de lo que hace.
Está muy bien aprovechar el tiempo (concepto muy discutible, por cierto). Pero midamos. Todas esas cosas que hemos dejado para el verano deberían ser opciones. Ante nuestro tiempo libre, debemos poder elegir cuál de todas ellas nos apetece hacer hoy, incluida la posibilidad de no hacer nada, sin que ello nos genere culpabilidad.
Tenemos que ajustar nuestras expectativas: siendo realistas, NO NOS VA A DAR TIEMPO A HACERLO TODO. Cuanto antes lo asumamos, mejor. Así, al final del verano, estaremos satisfechos con lo conseguido, sea mucho o poco.
Y, SOBRE TODO, DESCANSA.
- Busca el nivel de actividad que te resulte confortable. Hay personas inquietas y personas más tranquilas que necesitan menos movimiento.
- No olvides que una de las actividades más reparadoras es la relación social gratificante. Busca momentos para estar con los que quieres, no renuncies al aperitivo, a la interminable sobremesa, a los juegos compartidos o a los ratos de charla sin más.
- Cuídate: duerme lo que necesites, come bien y disfrútalo, haz el ejercicio que mejor se ajuste tu temperamento y tus posibilidades físicas, pasa tiempo al aire libre y al sol.
- Simplifica tu vida: no te cargues con tareas absurdas que sólo tú te estás pidiendo. Olvida el perfeccionismo. ¿De verdad es importante que los polos de los niños vayan impecablemente planchados?
- Encuentra momentos para estar a solas. Medita, contempla, reza… lo que tú quieras. Conecta contigo mismo y sé consciente del momento que vives.
¡DISFRUTA DE TUS VACACIONES!

Directora del Centro. Licenciada en Psicología.
Máster en Psicología Clínica Infanto-Juvenil y Familiar (Grupo Luria) y Especialista en Estimulación Precoz y Atención Temprana (ACIT). Experto en Medicina Psicosomática y Psicología de la Salud por la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y Psicoterapia (Universidad San Jorge, Zaragoza). Terapeuta EMDR NI adultos y niños y adolescentes (Instituto Español EMDR, acreditada por EMDR Europe). Experto en Mindfulness para la intervención clínica y social (COP Madrid, 2018). Especialista en ACT en infancia y adolescencia (MICPSY, 2021)