El TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo) es un trastorno de ansiedad caracterizado por la presencia de obsesiones, compulsiones o ambas al mismo tiempo.
Según el manual diagnóstico DSM-V este cuadro se caracteriza por lo siguiente:
La persona experimenta obsesiones entendidas como pensamientos, impulsos o imágenes recurrentes y persistentes que se viven como intrusas o no deseadas y cuya presencia causa una ansiedad o malestar Debido al malestar que producen, la persona intenta ignorar o suprimir estos pensamientos con algún otro pensamiento o acto (es decir, realizando una compulsión).
La persona realiza distintas compulsiones, comportamientos (p. ej. lavarse las manos, ordenar, comprobar las cosas) o rituales mentales (p. ej. rezar, contar, repetir palabras en silencio) repetitivos. Lo hace como respuesta a una obsesión o como reglas que debe aplicar de manera rígida.
El objetivo de estas compulsiones es prevenir o disminuir el malestar, o evitar algún suceso o situación temida. Sin embargo, dado que no son realistas, no evitan aquello que se teme y resultan claramente excesivas.
Las obsesiones y las compulsiones requieren mucho tiempo (p. ej. ocupando más de una hora diaria) y causan mucho malestar llegando a perjudicar otras áreas importantes como la relacional o la laboral.
Cuando la persona reconoce que estas creencias no son ciertas, a pesar de tener dificultad para gestionarlas, contamos con un indicador de pronóstico positivo.
¿Cómo podemos afrontarlo?
El tratamiento más eficaz consiste en la exposición y la prevención de respuesta:
Un pensamiento en sí mismo es inofensivo pero al interpretarlo como peligroso nos produce ansiedad por lo que intentamos librarnos de él de cualquier forma.
Sin embargo, dado que es inofensivo, el tratamiento terapéutico consistirá precisamente en exponerse repetidamente a ese pensamiento hasta que nos habituemos a él y pierda por tanto el poder de provocarnos malestar.
Todos tenemos miedos irracionales, pensamientos absurdos que irrumpen en nuestra conciencia sin que podamos evitarlos, por eso al ser algo normal, la clave está en no darles importancia, en aceptar su presencia y dejarlos pasar de largo mientras nos centramos en otra cosa real y presente.
Pongamos un ejemplo: si mi pensamiento intrusivo es “si tengo un cuchillo en la mano puedo dañar a alguien” y lo valoramos de forma catastrofista “si lo pienso es que soy capaz de hacerlo” entonces sentiremos ansiedad y trataremos de evitar el pensamiento o el cuchillo a toda costa, o incluso llevar a cabo una compulsión para contrarrestar la ansiedad. El problema es que al ser un pensamiento que nos preocupa, volverá a aparecer una y otra vez generándonos cada vez más malestar y sensación de descontrol.
Sin embargo, cuando lo interpretamos como “tan solo es un pensamiento, es absurdo e inofensivo por lo que no debo darle importancia” y no llevamos a cabo ningún acto para evitarlo, descubriremos que no hay peligro alguno y reduciremos poco a poco su capacidad de generarnos ansiedad.
Por tanto, no se trata de evitar los pensamientos, sino de tolerarlos y esforzarnos por valorarlos de forma realista, sin ser catastróficos ni llevando a cabo actos para intentar neutralizar su efecto.
Dicho esto, no suele ser algo sencillo de realizar por nuestra cuenta, sobre todo cuando las obsesiones se han ido fortaleciendo en el tiempo; por ello es importante afrontarlo con la ayuda de un profesional que nos guiará a lo largo de todo el proceso de forma que vayamos recuperando la confianza y la tranquilidad que necesitamos.
Psicóloga General Sanitaria. Licenciada en Psicología por la Universidad Pontificia Comillas. Master en Psicología Clínica y de la Salud (CINTECO) y Experto en terapia de pareja. Ha colaborado en asociaciones y empresas como en el servicio de atención a niños y adolescentes en riesgo (ANAR) y en Thinking Psiconutrición.