En la consulta, es habitual encontrarse con el siguiente error por parte de algunas familias: traer a un niño o niña a terapia no es lo mismo que llevarle a fútbol, a inglés o a piscina; y en este post quiero hablar despacio sobre ello: el objetivo de este artículo no es desmerecer las actividades extraescolares, que son actividades beneficiosas tanto para los niños y niñas, como para la conciliación familia-trabajo; sino exponer las diferencias entre este tipo de actividades y la terapia psicológica.
Vamos a establecer primero el contexto: la atención a la salud mental es un derecho al que actualmente es difícil acceder. Las listas de espera para el Servicio Público de Salud Mental dan vértigo, lo que hace que mucha gente quiera ser atendida por lo privado costeándose sus tratamientos o los de sus hijos e hijas. Esto produce un aumento de la demanda y una saturación en las agendas de los psicólogos privados: las horas de terapia son limitadas.
Una situación con la que me suelo encontrar es aquella en la que una familia solicita iniciar terapia o un cambio en la hora de la sesión, le ofrezco uno de los huecos limitados que tengo en la agenda y la respuesta que me encuentro es: “nos viene mal, porque tiene… [inserte aquí cualquier actividad extraescolar]”, “¿y no podría ser… [inserte aquí otro día y otra hora distinta a las que les he ofrecido]”. Personalmente, cuando esta es la respuesta que me encuentro, suelo pensar: “¿si yo fuera dentista en vez de psicólogo, sería esta la respuesta que me darían?”.Pienso en los dentistas porque son otros sanitarios privados que suelen atender menores habitualmente, y como no soy dentista, no sé responder a esa pregunta, pero me inclino hacia el pensamiento de que con ellos no se haría así, de que la atención a la salud dental se percibe como más seria que la atención a la salud mental.
Cuando se equipara la relevancia del tratamiento psicológico con la asistencia a una actividad extraescolar ocurren varias cosas: se le resta importancia al motivo de consulta (“nos preocupa el problema de mi hijo/a, pero no lo suficiente como para que se salte piscina”), se le resta magnitud al sufrimiento del o la menor (“vemos que nuestro hijo/a lo está pasando mal y que el tratamiento psicológico le dará herramientas para gestionarse, pero sufrirá en igual medida si no va a clase de inglés”) y se le resta seriedad al tratamiento psicológico (“sabemos que el tratamiento psicológico va a ayudar a mejorar el problema por el que le queremos llevar, cultivará su salud mental y, en general, le va a ayudar a gestionar problemas en el futuro, pero en igual medida le ayudará ir un día más a su entrenamiento de fútbol”). Todas estas actividades que menciono pueden ser beneficiosas, pero no son un tratamiento de salud.
Soy plenamente consciente de lo difícil que es la conciliación para muchas familias, que existen trabajos con horarios y turnos muy complicados y que tener más de un hijo dificulta mucho la gestión de todos. En este artículo no pretendemos hablar de estas dificultades, queremos señalar el error que supone concebir la psicología como una actividad más.
Entonces, ¿por qué ocurre esto con la psicología? Creo que los principales responsables somos los propios psicólogos y psicólogas: nuestra manera de divulgar la psicología, de acercar la psicología a las personas que no la han estudiado, es un arma de doble filo. Intentamos hacerla simple para que se pueda entender, pero eso hace que le restemos complejidad a procesos que son de por sí complicados. Creo que somos los profesionales de la psicología los que le perdemos el respeto a nuestro campo con nuestra manera de divulgarlo tanto en redes como en literatura. Desde luego este es un debate complejo al que hay que dedicarle más espacio que el que aquí le puedo dedicar.
Como se plantea en el título: ir al psicólogo no es una extraescolar y no es equiparable un tratamiento sanitario con una actividad formativa o lúdica. Quiero terminar este artículo con unas pequeñas indicaciones:
- Para los padres y madres: iniciad un proceso de terapia cuando identifiquéis que sea necesario. La propia palabra “necesario” ya diferencia el proceso de otras cosas que sean “convenientes” o “beneficiosas”. Los tratamientos psicológicos son procesos sanitarios y están limitados en el tiempo: no se desarrollan por cursos o de octubre a junio como las actividades extraescolares, sino que duran varios meses o años, independientemente del calendario escolar. Iniciad terapia cuando se considere necesario, pero cuando la iniciéis, comprometeos. Si se pone una ortodoncia y no se mantiene el tratamiento probablemente no funcione, si no hay compromiso con la terapia, la inversión temporal y económica caerá en saco roto.
- Para los y las profesionales de la psicología: tenemos que cuidar la forma de hablar acerca de nuestra profesión, los contenidos que difundimos y la manera de manejarnos ante las familias. Somos profesionales de la salud y cuando estamos trabajando ejercemos de embajadores de la psicología, y debemos hacernos respetar.
Grado de Psicología en la Universidad Pontificia de Comillas.
Máster en Psicología General Sanitaria y Máster Propio en Especialización en Terapia Cognitivo-Conductual infantil.