Dentro de la cultura mediterránea, el comer esta ligado a un acto social desde nuestros ancestros. Comemos para celebrar todo tipo de eventos vitales: nacimientos, bodas, cumpleaños, citas románticas, inicio de un nuevo trabajo, despedidas de amigos que se van a vivir lejos… y así, un sinfín de ocasiones en las que cualquier excusa es buena para reunirse con nuestros seres queridos —a veces no tanto— para celebrar la vida.
La comida, que es una función vital básica necesaria para sobrevivir, queda asociada así a emociones: las croquetas de la abuela que tanto nos recuerdan a ella aunque ya no esté, la paella del tío Juan todos los domingos de verano, el cocido de mamá cada vez que regresamos a la casa de nuestros padres de visita… Los olores y sabores nos pueden transportar, ayudándonos a entrar en contacto con esas sensaciones tan placenteras, que nos recuerdan a personas y momentos.
En las ocasiones antes mencionadas la comida, como decimos los psicólogos, actúa como un refuerzo positivo que implica bienestar. Comemos no solo desde la sensación de hambre, si no que también por puro disfrute y búsqueda de placer, y eso es maravilloso. Pero el problema surge cuando la comida se convierte en un vehículo de evasión, y se usa como recurso para afrontar las dificultades: el comer por aburrimiento, el comer por ansiedad y estrés, el comer desde la tristeza, el comer para llenar vacíos emocionales y desconectar.
Cuando esto nos sucede puede convertirse en un problema psicológico, si no conseguimos generar alternativas más eficaces para solucionar nuestras dificultades. La comida genera un alivio momentáneo por su efecto reforzante en el corto plazo, pero enmascara y perpetúa lo que nos cuesta. Todos tenemos en mente la imagen, que hemos visto en tantas películas y series, de alguien que está viviendo una ruptura amorosa y abre una gran tarrina de helado mientras llora. Esto no es patológico, pero si se convierte en una estrategia recurrente ante el malestar, si puede derivar en un problema añadido.
¿Cómo controlar los episodios de «El Comer Emocional»?
▸ Es muy importante ordenar las comidas, sobre todo ante periodos de mayor estrés y malestar. Lo ideal es hacer 5 comidas al día, espaciadas cada 3-4 horas. Si esto no es posible porque la rutina es frenética al menos hacer las siguientes: desayuno, comida y cena.
▸ Tomarnos un tiempo para planificar lo que vamos a comer durante la semana. Buscar un día del fin de semana para cocinar el grosso de comidas que vamos a consumir a diario.
▸ Evitar el picoteo entre horas, al igual que la recurrencia del comer a través de apetencias, con espacial atención a la última mitad del día. No pasa nada si un día cenas pizza, pero tienes que tratar de que eso no se convierta en un hábito.
▸ Buscar otras estrategias de regulación del malestar como: hacer deporte, caminar, quedar con amigos para distraerte y desconectar, escuchar música, leer…
▸ Una clave a tener en cuenta: si sientes que descontrol ante la comida no para, y no puedes generar alternativas más adaptativas, pide ayuda psicológica y no lo dejas pasar. Puede que detrás de esos episodios de comer emocional se esconda mucho más…
Licenciada en Psicología por la Universidad Pontificia de Salamanca, mención en clínica. Máster en Psicología General Sanitaria por la Universidad Camilo José Cela. Terapeuta Familiar Sistémico por Aesfashu, y especialista en EMDR por la Asociación EMDR España.