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Estamos viviendo unos meses muy convulsos y novedosos. Nunca se había tenido que guardar confinamiento a nivel global. Hay infinidad de posts, de artículos, incluso de psicólogos y psicólogas en la televisión y la radio hablando de repercusiones del confinamiento y pautas para llevarlo lo mejor posible. Hay quienes explican el significado de la resiliencia y cómo aprovechar la crisis para crecer, hay quienes avisan de que se disparará el número de trastornos psicopatológicos en el futuro…
Pero ya se ve la luz al final del túnel. Ya nos acercamos a la llamada nueva normalidad y podemos salir de casa con orden. Estamos desescalando.
En este post no queremos hablar de lo correcto o incorrecto de las medidas ni entrar en críticas políticas. Lo que queremos es analizar, desde un punto de vista psicológico, cómo podemos aprovechar dichas medidas para enseñar a nuestros hijos lecciones muy valiosas. Es decir, con las cartas que nos han repartido, jugar la mejor partida posible como padres.
Pero ¿qué se le puede enseñar a un hijo en un momento así?
- PLACER vs DEBER. Existen una serie de normas o de condiciones para salir a la calle: llevar mascarilla, mantener una distancia de seguridad de 2 metros con otras personas, salir en las horas marcadas… vistas desde un punto de vista psicológico, estas condiciones no son muy diferentes de: “podrás jugar a la consola una hora de lunes a viernes” o “para comerte el helado, primero tendrás que comerte las verduras”. Es decir, tienes que limitar y condicionar tu libertad para hacer lo que te gusta por distintos motivos: entre semana es más importante hacer las tareas o tu dieta debe incluir verduras también. Gran parte del crecimiento y del aprendizaje de nuestros hijos implica saber anteponer el deber al placer. Esta desescalada no es distinta, podemos vernos en situaciones en las que tenemos que decir: “sé que tienes muchas ganas de ver a tu primo, pero no puedes estar pegado a él”, “es molesto, lo sabemos, pero vais a tener que jugar con la mascarilla puesta”, “antes de llegar al parque tenemos que ponernos el gel en las manos y frotarnos bien”… es una situación en la que los niños han estado encerrados en casa durante semanas. La mayoría de las personas tiene en la cabeza la imagen de que, al sonar el timbre del recreo, los alumnos se precipitan en una estampida al patio lo más rápida y escandalosamente que pueden. Pues bien: ha sonado el timbre del recreo a nivel nacional y les estamos pidiendo que salgan de forma ordenada a jugar a la calle (a la que no han salido en muchísimo tiempo). Anteponer el deber al placer en esta situación supondrá un aprendizaje de autocontrol muy grande.
- MIS ACTOS INFLUYEN. Los niños pequeños son en gran medida egocéntricos. No nos referimos a un egocentrismo entendido como egoísmo, sino que entienden que el mundo gira en cierto modo a su alrededor: si ellos están enfadados, todo el mundo debe estar enfadado; los demás piensan lo que ellos piensan. Es muy fácil que entiendan que las medidas sanitarias son para protegerlos a ellos del contagio, pero no es tan fácil que comprendan que también son para proteger a los demás. Por eso, hemos de hacerles entender que jugar lejos de su primo es cuidarle también a él, que llevar mascarilla es tanto para evitar contagiarse como contagiar, que lo que él o ella hace repercute en los demás.
- CUIDAR DE LOS DEMÁS. De la mano de lo anterior viene esta lección: cuidar de los demás es la base de cualquier sociedad. Por supuesto no queremos dar a entender que hay que tener una conversación profunda sobre antropología con nuestros pequeños, pero sí podemos aprovechar este momento para desarrollar su empatía. Habrá conocidos que hayan perdido algún familiar, habrá amigos que tengan enfermos en su familia, habrá familiares más vulnerables al contagio con los que hay que tener especial cuidado y hemos de explicarles estas particularidades a nuestros hijos. Los niños y niñas disfrutan mucho de cuidar de los demás, les hace sentir responsables porque es algo que hacen los mayores. Hacerles entender que estas medidas sanitarias no son para fastidiar, son para proteger y cuidar y que por eso es importante cumplirlas potenciará esta tendencia al cuidado que tienen. Este cuidado va más allá de cumplir las normas: durante estas semanas ha sido más evidente la importancia de ser cariñosos, de llamar, de hacer visitas o de consolar a quienes lo necesiten. Al fin y al cabo, no es lo mismo tener que llevar mascarilla porque es lo que hay que hacer que tener que llevar mascarilla porque es necesaria para cuidar de los amigos.
Como hemos dicho, es una situación muy extraña, y aunque el confinamiento ya está terminando, aún nos esperan muchos meses de convivir con la amenaza, muchos meses de cuidado y protección. Poco a poco vamos recuperando la normalidad, pero eso no impide que podamos seguir aprovechando la situación para enseñar a nuestros pequeños a ser mejores ciudadanos y mejores personas.
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