Por María Prieto Ursúa
Todos tenemos experiencia de momentos en los que una persona a la que queremos y que se supone que nos quiere, nos daña (a veces intencionadamente y a veces porque simplemente no pensó en cómo nos íbamos a sentir). En esos momentos experimentamos un conjunto de sentimientos y pensamientos negativos (rabia, tristeza, humillación, pensar constantemente en lo ocurrido, atribuirle al ofensor características muy negativas…) y es posible que incluso cambie nuestro comportamiento, empezando a gritarle, evitarle o a desconfiar de todo y de todos. Esa mezcla de sentimientos, pensamientos y conductas es lo que algunos autores llaman “unforgiveness” (o “no-perdón”) y supone un gran nivel de malestar para nosotros.
El perdón es una de las formas de reducir el “no-perdón”. El perdón tiene dos componentes: uno que implica la disminución de sentimientos negativos, de pensamientos negativos hacia el ofensor, de conductas de evitación, agresión o venganza; y otro componente que supone la instauración de conductas, sentimientos y pensamientos positivos, de comprensión, de empatía, de deseo de restaurar y recuperar la relación dañada. Estos cambios internos en quien perdona suponen mejoras en la salud tanto física como mental, como han comprobado varios estudios científicos.
Pero aunque parezca ilógico, no es la única forma de eliminar el malestar del “no-perdón”. El perdón es un derecho y una opción, no una obligación. Y tampoco es necesariamente la mejor manera de enfrentarse a la situación. También hay estudios que hablan de “el lado oscuro del perdón” y que encuentran que quienes tienden a perdonar a sus parejas también reciben con más frecuencia agresiones de ellas y suelen ver disminuidas su autoestima y autoconcepto.
Antes de elegir perdonar debemos haber visto claro que es la mejor solución, y eso supone considerar varios aspectos de la situación y aclarar el concepto de perdón que aplicamos. En no pocas ocasiones las víctimas aplican el llamado “falso-perdón” o “pseudoperdón”, que es aquél que intenta a toda costa mantener la relación y para ello niegan la ofensa (o el daño recibido) o le quitan importancia (hacen como que no ha pasado nada), lo que nunca conduce a un perdón verdadero y supone facilitar que se repita la agresión. En otras ocasiones tenemos creencias que no nos conducen a un buen perdón: por ejemplo, creemos que perdonar es lo mismo que “condonar” o librar al ofensor de toda responsabilidad o consecuencias por su acción, o que si le perdono ya no puedo pedirle ningún cambio, o que nos estamos mostrando débiles, o que si le perdono estoy obligado a reconciliarme y volver con él. Esta última cuestión es importante: el perdón es un cambio interno en el ofendido, que supone liberarle de la amargura del “no-perdón” (algunos autores lo definen como “un regalo que se hace a quien nos ha ofendido”). La reconciliación es otra cosa distinta: supone una negociación y un establecimiento de condiciones para recuperar la relación y evitar que esas situaciones vuelvan a repetirse.
Como vemos, podemos perdonar sin reconciliarnos, podemos reconciliarnos sin perdonar, y podemos hacer las dos cosas (o ninguna). Ya específicamente hablando de pareja e infidelidad, vamos a presentar algunas reflexiones que nos ayudarán, en cada caso, a decidir si es mejor perdonar o no y reconciliarse o no:
- Las características de la infidelidad pueden ser muy distintas en cada caso. Puede ser algo frecuente y repetido (lo que nos indica que no se está trabajando bien la reconciliación), podemos habernos enterado por terceros (lo que dificulta el perdón), puede haber sido algo muy serio que ha supuesto un engaño y una traición muy grande a los compromisos de la pareja, o algo anecdótico que no ha supuesto gran cambio en la relación…
- También es importante considerar la reacción del infiel ante su conducta. No es lo mismo perdonar a quien no reconoce o niega la importancia de lo ocurrido, o que nos quita el derecho a estar dolidos “porque no es para tanto” o “lo hice sin mala intención, pensando que no te enterarías”, que perdonar a quien asume su error y reconoce las consecuencias de su conducta sobre nuestros sentimientos y sobre la relación, quien se arrepiente, se disculpa y busca reparar el daño de alguna manera.
- Tampoco es igual en todos los casos la calidad de la relación antes de la infidelidad. Parece que el efecto sobre la autoestima de quien perdona depende sobre todo del mensaje que transmite el ofensor sobre su persona; cuando el ofensor, en general en la relación, transmite respeto, cuidado y valoración del otro, el perdón de la infidelidad no supone una disminución en la autoestima del perdonador. Sin embargo, si el mensaje y el trato habitual no es ese, el perdón facilitará la perpetuación de las ofensas (sea la infidelidad o sean otras formas de descuido).
En conclusión: no hay recetas únicas. Cada pareja es única, tiene su propia historia y su propia dinámica. Pero todos merecemos respeto y ser cuidados y queridos por quien nos había dicho que lo haría; tenemos derecho a pedirlo. Y todos cometemos errores y es bueno contar con la oportunidad de aprender de ellos, siempre y cuando sea desde el arrepentimiento y para no cometerlos nunca más…
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catalina says
Quiero sanar las heridas de mi corazon, ya que por una traicion este se siente triste y no a vuelto a sonrreir, apesar de que se han arrepentido y quieren empezar de cero como hago porfavor ayudemen gracias, teniendo encuenta que hay una niña de por medio que tambien a sufrido todo este problema