Una de las situaciones que aparecen de forma recurrente en mi trabajo con familias es la falta de momentos para la comunicación. Dialogar sobre los hijos y su educación es fundamental para conocer qué piensa y siente el otro, cómo valora las diferentes situaciones que se presentan y qué soluciones y estrategias distintas se pueden emplear en el futuro. Los padres deben funcionar como un equipo.
Estos espacios de comunicación están claros en el entorno laboral: se convocan reuniones periódicas y frecuentes para facilitar el contacto entre profesionales que comparten un proyecto y que tienen que coordinar su actividad para que los resultados sean los mejores posibles. Este proyecto para el que los adultos necesitan reunirse, dialogar y llegar a consensos, puede ser un diseño de arquitectura o –salvando las diferencias- un alumno de 2º de primaria o nuestro hijo de 8 años que desafía con frecuencia.
Por ello en pareja, y más aún cuando hay niños, es crucial cuidar la comunicación, buscar momentos para hablar y tener muy presente que la educación es responsabilidad de los dos y que no se puede delegar. La falta de tiempo es uno de los condicionantes para poder establecer criterios unificados sobre las normas de casa y como mantenerlas. A esta falta de tiempo se le añade falta de espacio cuando se trata de padres separados; en este último caso supone un esfuerzo mayor el encontrar huecos para comunicarse en relación con los hijos.
Es frecuente encontrar situaciones donde un miembro de la pareja quiere hacer prevalecer su criterio sobre el otro progenitor sin reparar en las consecuencias que eso puede tener sobre los hijos. En la mayoría de casos, estos patrones de comportamiento que se han instaurado suelen proceder de problemas de comunicación. En las parejas se asienta una norma que funciona de forma implícita, ya que no ha sido consensuada, y que se basa en “como siempre lo ha hecho ella/él…”
La diferencia de criterios no es mala per se: los adultos podemos disentir y resulta interesante generar momentos para hablar sobre las diferencias y enriquecer nuestra forma de entender a los hijos. Lo importante es que el diálogo se lleve a cabo en momentos en que no estén presentes; son conversaciones de adultos y los niños no tienen que participar. Discutir las normas delante de ellos les da la oportunidad de probar y medir los límites: “si no he podido saltar la norma con papá a lo mejor con mamá sí”. Si esto ha ocurrido y el niño aprende a tantear a sus dos progenitores, la respuesta que habría que darle es: ”¿Qué te ha dicho papá?” O “espera que hable con mamá de esto”.
Si no estamos de acuerdo con la decisión que ha tomado el otro progenitor ante un conflicto sería recomendable:
- No intervenir al momento y dejar que la pareja que ha tomado la iniciativa sea quien solucione el problema.
- Una vez que se haya tratado el conflicto, y sin estar el niño presente, comentar el desacuerdo:
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- Recordar las normas o pautas que se habían consensuado y que parece que no han sido respetadas.
- Escuchar las razones que ha podido tener el otro para intervenir de esa manera. Se pueden sacar ideas distintas y mejorar la manera en la se quieren gestionar los conflictos.
En futuras ocasiones y para evitar caer en los roles de “Poli bueno, poli malo” se podría:
- Establecer una señal de aviso si sentimos que el progenitor que se encarga de intervenir en el conflicto, se está saltando los consensos o perdiendo la calma.
- Utilizar la frase “ya sigo yo” para intercambiar roles y continuar con la gestión del conflicto mientras el otro recupera la calma.
- Pedirle a la pareja que nos sustituya para poder parar y pensar antes de seguir.
Referencias bibliográficas
Álava S. (2014) Queremos hijos felices. Lo que nunca nos enseñaron de 0 a 6 años. Madrid: JdeJ Editores.
Ramos-Paúl R. y Torres L. (2014) Niños: instrucciones de uso. Barcelona: Aguilar.
Graduada en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid.
Máster en Psicología General Sanitaria (Universidad Pontificia de Comillas). Máster en Terapia Cognitivo-Conductual con niños y adolescentes (Universidad Pontificia de Comillas). Máster en Educación Secundaria con especialización en Orientación Educativa (Universidad Camilo José Cela). Especialista en técnicas gestálticas aplicadas a la infancia (Centro Umayquipa).